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miércoles, 4 de enero de 2017

El Madrid que SÍ fue XIV. El Palacio de Oñate

Hoy, primer miércoles del año, os queremos felicitar este 2017 a todos los lectores como corresponde, con un nuevo artículo de “El Madrid que SÍ fue”.

En este post hablaremos del Palacio de Oñate, uno de los palacetes del centro de Madrid tristemente desaparecidos, y que sin embargo, ha sido testigo de importantes acontecimientos de la historia de la capital.

1. Plano de Teixeira, 1656. Detalle del Palacio de Oñate
Nos remontamos al siglo XVI. Algunas de las familias nobiliarias más importantes de España llegaron en esas fechas a Madrid para asentarse permanentemente en la urbe, puesto que desde 1561 se había convertido en la capital del país. Por eso, en el centro de la población se podían encontrar algunos de los palacetes más interesantes de la época.

Así, a finales del siglo se construyó el que se conocería como “Palacio de Oñate” en una zona céntrica de la ciudad, lo que hoy sería una parte de la Puerta del Sol, entre las calles Mayor, Arenal y Travesía del Arenal. Sin embargo, en la época, el edificio no se asomaba a la Puerta del Sol porque existía otro inmueble hacia la plaza, la casa del licenciado Melchor Molina, conocida como la Torrecilla de la Puerta del Sol. Un pequeño callejón separaba estos dos edificios, el callejón de la Duda (ver imagen 1).
2. Fachada del Palacio de Oñate

El acceso principal del después conocido como Palacio de Oñate, como no podía ser de otra manera, se situaba en la calle Mayor, y destacaba su austeridad y elegancia, propias de la arquitectura típica de los Austrias. Un palacio, en general, muy acorde con el barrio en que se encontraba (ver imagen 2).

Sin embargo, hasta el siglo XVII, el Palacio era propiedad del condado de Villamediana. Juan de Tassis y Peralta, II Conde de Villamediana (1582-1622), vivió en esta casa hasta el momento de su muerte. Este hombre es hoy bien conocido en las leyendas populares. Y es que sus amoríos eran de lo más comentado de la época. Parece ser que la reina Isabel de Borbón, esposa de Felipe IV, llegó a ser su amante, y son muchas las anécdotas relacionadas con esta historia las que aún se conocen en la ciudad.

Una de ellas cuenta que el conde llegó a provocar un incendio en el coliseo de Aranjuez durante la celebración del aniversario del rey, solo por poder sacar en brazos a la reina de la fiesta. El rey expresó su enfado tras el acontecimiento, ya que parece que el conde tardó más de lo necesario en devolver a la reina sana y salva.

3. "La muerte del conde de Villamediana",
Manuel Castellano
Sea como fuere, lo cierto es que la noche del 21 de agosto de 1622, alrededor de las 9 de la noche, el conde estaba volviendo a su casa de la calle Mayor en un coche con la única compañía de Luis de Haro, hijo del marqués de Carpio. En el momento en que estaba ya llegando a su domicilio, a la altura del callejón de la Duda, un hombre que llevaba la cara tapada disparó con una ballesta al conde y escapó.

Una famosa pintura de Manuel Castellano titulada “La muerte del conde de Villamediana” (ver imagen 3), propiedad del Museo del Prado pero expuesta en el Museo de Historia de Madrid, retrata el momento en que numerosos vecinos contemplan el cuerpo ya sin vida del conde, una vez se había desplazado el mismo al interior del palacio.

Aún alguien recuerda unos versos, atribuidos a Luis de Góngora, que rezan de la siguiente manera: “Mentidero de Madrid / decidnos ¿quién mató al conde? / ni se sabe, ni se esconde / sin discurso, discurrid:  / dicen que le mató el Cid / por ser el conde Lozano / ¡disparate chabacano! / la verdad del caso ha sido / que el matador fue bellido / y el impulsor soberano”.

4. Palacio de Oñate, con la
fachada de Pedro de Ribera
Y es que todos en la ciudad atribuyeron al monarca Felipe IV el encargo de la muerte del conde por esos escándalos con la reina.
Tanto en los versos como en la pintura hay una referencia a uno de los mentideros de Madrid, el de las Gradas de San Felipe, que se situaba precisamente en las escaleras del convento de San Felipe el Real, frente al Palacio del conde de Villamediana.

A la muerte del conde, sus títulos pasaron a su primo Íñigo Vélez de Guevara y Tassis, conde de Oñate. Por ese motivo, a partir de ese momento, la mansión fue denominada Palacio de Oñate.

No obstante, el mismo pronto cambió su fisonomía. Si cuando se construyó compartía manzana con una de las mancebías más populares de la ciudad (uno de los prostíbulos de la época), a principios del siglo XVIII, la zona comenzaba a tener otro aspecto. De hecho, el palacio se embelleció notablemente cuando el arquitecto Pedro de Ribera le incorporó una fachada barroca con dintel y jambas de piedra berroqueña (ver imagen 4). Un balcón asomaba en esa fachada de Ribera, desde el cual se podían presenciar los acontecimientos más importantes de la calle Mayor. El mismo estaba coronado con el escudo heráldico de la familia Oñate.
5. Demolición del Palacio de Oñate

Pero el tiempo pasó, y Madrid sufrió severas transformaciones. Entre 1857 y 1862, la reforma de la Puerta del Sol llevó consigo la demolición de la Casa del licenciado Molina, y por tanto, la desaparición de la calle de la Duda.

El siglo XX comenzó con los cambios más importantes de nuestra ciudad: el proyecto del metro de Madrid (1913-1919), la construcción de la Gran Vía (1910-1929), y así un largo etcétera.
En esta época se derribaron algunos palacetes del centro para hacer paso a nuevos edificios. Entre ellos, se demolió el Palacio de Oñate (ver imagen 5). Sin embargo, parece que el Ayuntamiento de Madrid, consciente de la importancia de la fachada del arquitecto madrileño, decidió salvarla y guardarla en los almacenes municipales.

6. Casa Palazuelo, de Antonio Palacios
En el solar del palacio se construyó la Casa Palazuelo en 1919 (ver imagen 6), un bello inmueble de Antonio Palacios que hoy tiene uso comercial.
El Ayuntamiento, por su parte, no sabía qué hacer con la portada barroca de Pedro de Ribera.

Pasaron los años, y desde 1928, comenzó a construirse en la zona de la Moncloa la Ciudad Universitaria, una de las obras más ambiciosas de nuestra ciudad.
En ese mismo año, 1928, el rey Alfonso XIII inauguró en el mismo entorno la llamada Casa de Velázquez, una institución cultural francesa en el extranjero dedicada al estudio del hispanismo, que forma a artistas, profesores e investigadores con intercambios entre Francia y los países ibéricos.
7. Casa de Velázquez, 1935

Así, durante la II República (1931-1936), el Ayuntamiento de Madrid decidió ofrecer la fachada de Pedro de Ribera a diversas instituciones, y fue la Casa de Velázquez quien decidió aceptar la propuesta de incorporar la fachada histórica del Palacio de Oñate a su sede.

De esta manera, en 1935, la institución cultural francesa añadió esta portada barroca a su nuevo edificio (ver imagen 7), en un entorno estudiantil y universitario, puesto que en ese año las obras de la Ciudad Universitaria estaban ya muy avanzadas.

8. Casa de Velázquez tras la Guerra Civil

Sin embargo, la Guerra Civil (1936-1939) fue especialmente cruenta en esta zona, con lo que la Casa de Velázquez quedó prácticamente destruida (ver imagen 8), y la fachada no pudo ser restaurada tras la contienda, aunque sí lo fue el edificio que hoy seguimos conociendo como Casa de Velázquez.

Una de tantas pérdidas arquitectónicas que trajo consigo la Guerra Civil, pero que hace que la historia del Palacio de Oñate resulte más melancólica en este apartado de “el Madrid que SÍ fue”.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Proyecto de ampliación de Corrales y Molezún para el Banco de España

El Banco de España es uno de los edificios neoclásicos más destacados de la capital, pero… ¿sabías que se tuvo que hacer por partes, en sucesivas ampliaciones, y que alguno de sus proyectos nunca vieron la luz?

En el artículo de hoy nos situamos en el centro de Madrid, en la mítica plaza de Cibeles. Es allí donde se ubica desde finales del siglo XIX la sede principal del Banco de España.

Este organismo hunde sus raíces en el Banco Nacional de San Carlos, creado en 1782, aunque fue la fusión en 1847 del Banco de San Fernando (1829) y el de Isabel II (1844), la que permitió la creación de este Banco de España, que tomó su nombre actual en 1856. Hoy en día, su importancia reside en ser el banco central nacional y el supervisor del sistema bancario español junto al Banco Central Europeo (BCE).

El primer emplazamiento de esta institución fue el edificio de los Cinco Gremios Mayores de Madrid, en la calle Atocha, lugar en que se había ubicado el Banco de Isabel II, posteriormente el Banco de San Fernando tras la fusión, y por último el denominado Banco de España.

Palacio de Alcañices. Pintura de Juan Zapater
Pronto el edificio se quedó pequeño, y se decidió construir una sede más acorde con su importancia. Por ello, se decidió adquirir ya en 1882 el Palacio del Marqués de Alcañices, en la intersección de la calle Alcalá con el Paseo del Prado, además de algunos otros solares en los aledaños.

El Palacio de Alcañices, construido en fecha desconocida, era un enorme palacio donde anteriormente se situaba la vivienda de Luis de Haro, valido del rey de España Felipe IV, en el siglo XVII.
Ese edificio fue adquirido por Manuel Miguel Osorio y Spinola, XV marqués de Alcañices a finales del siglo XVIII, que en 1804 realizó una primera reforma para evitar que la fachada se desplomara.

XVII Marqués de Alcañices y duque de Sesto, junto con el
marqués de Sotomayor en las caballerizas del Palacio de Alcañices
Su hijo, Nicolás Osorio y Zayas, XVI marqués, lo remodeló por completo en 1847, gastando 2 millones de reales. Además encargó unas nuevas caballerizas en 1854, pero fue el hijo de este, José Osorio y Silva, XVII marqués de Alcañices y duque de Sesto, quien encargó a Francisco de Cubas, marqués de Cubas (de ahí el nombre homónimo de la calle situada tras el actual Banco de España, la antigua calle del Turco donde Juan Prim fue asesinado) la reforma más importante de aquel Palacio de Alcañices, que desaparecería tan solo unos años después.


Parece ser que tras la compra del solar en 1882  por el Banco de España, se convocó un concurso al que se presentaron cuatro proyectos, pero ninguno del gusto de la comisión que tomaría la decisión final, con lo que finalmente fueron los arquitectos Severiano Sainz de la Lastra y Eduardo Adaro, quienes recibieron el encargo de inspirarse en los edificios de otros bancos europeos para construir la sede del español.

Banco de España en la actualidad.
Entrada principal en chaflán por la plaza de Cibeles,
primera parte del edificio construida
Los arquitectos tomaron como ejemplo los palacios venecianos, y su proyecto fue aprobado en 1883. Tan solo un año más tarde, el 4 de julio de 1884, el rey Alfonso XIII pondría la primera piedra de esta edificación de planta cuadrada, con entrada principal en chaflán por la plaza de Cibeles.

El proyecto se tuvo que ir modificando según se iban comprando nuevos solares aledaños, con lo que el coste total de la compra de solares y la edificación alcanzaron las 15.300.000 pesetas. Así, la nueva y flamante sede del Banco de España pudo ser por fin inaugurada en 1891.

Esa construcción no era más que una pequeña parte de la que tenemos hoy en día, la que rodea a ese chaflán de Cibeles. La portada central del Paseo del Prado ya se construyó en aquella primera etapa, pero la central de la calle Alcalá se levantó en una primera ampliación que se desarrolló en 1927. Allí se ubicaban, hasta esa fecha, las casas del conde de Santamarca, que fueron demolidas para poder llevar a cabo esta expansión del edificio del Banco de España.

Escudo republicano del Banco de España,
fachada a la calle de Alcalá. elpais.com
En esta ocasión, fueron arquitectos italianos los que realizaron la obra, pero siguiendo el proyecto del arquitecto español José Yarnoz Larrosa. Exteriormente, la fachada se prolongaría con las mismas características que la anterior para formar parte de un mismo conjunto, y las novedades de la época solo se introdujeron en el interior del edificio. Esta ampliación se finalizó ya durante la Segunda República, por lo que el escudo central que se sitúa sobre la fachada de la calle Alcalá no tiene la corona real, y lo que preside ese lateral es una corona mural con forma de castillo almenado, el que coronaba el escudo republicano.

En 1969, se amplió por segunda vez esta enorme construcción. En esta ocasión fue Javier Yarnoz Orcoyen, hijo del anterior arquitecto, quien recibió el encargo de cerrar el edificio por las calles de los Madrazo y Marqués de Cubas.

Tras esa segunda ampliación, en los años 70 ya solo faltaba una esquina del edificio por ser construida: la más cercana a la Gran Vía. Todavía quedaba un inmueble de viviendas junto al Banco de España en la intersección entre la calle de Alcalá y Marqués de Cubas, con lo que la seguridad del propio banco se podría ver comprometida por la construcción adyacente.

En 1950 el Banco ya había adquirido ese edificio, pero hubo que esperar hasta 1978 para comenzar a promover la edificación de esta última parte de la sede. El 25 de septiembre de aquel año, se convocó un concurso de ideas, en el que participaron previa invitación siete arquitectos.

Proyecto para la ampliación del Banco de España.
Corrales y Molezún, 1978. abc.es
Uno de estos arquitectos, Ramón Vázquez Molezún, había fundado en 1952 un estudio junto con José Antonio Corrales. Fue de ese estudio del que salió el proyecto que se puede contemplar a la izquierda y en la imagen inferior.

El estudio “Corrales y Molezún” propuso que, tras el cerramiento del Palacio del Banco de España, se construyera una nueva torre, más acorde con los nuevos tiempos, y que marcara claramente el contraste con el palacio anterior, mostrando al visitante que esta parte nada tenía arquitectónicamente con la ya construida, a pesar de formar parte de la misma institución.

Se trataría de una torre más elevada, que se asemejaba más a otros edificios españoles de la posguerra, y en nada al estilo de la parte original, primera y segunda ampliación del Banco de España. Una arquitectura moderna, que huía del clasicismo y de los modelos establecidos.

Proyecto para la ampliación del Banco de España.
Corrales y Molezún, 1978. elpais.com
Las obras de este estudio buscaban la geometría, la técnica, marcando un punto de ruptura con lo establecido previamente. Por ello, trabajos de Corrales y Molezún como el Edificio Bankunión del Paseo de la Castellana fueron tan polémicos y criticados en el momento, haciendo que sus dos creadores siempre lamentaran que sus construcciones no fueran entendidas.

Algo similar ocurrió con su proyecto de ampliación del Banco de España. Más de uno respiró aliviado cuando se nombró al ganador del concurso: Rafael Moneo Vallés. Este arquitecto es hoy conocido en nuestra ciudad por numerosas obras: la rehabilitación del Palacio de Villahermosa en Museo Thyssen-Bornemisza entre 1990 y 1992; la remodelación de la histórica estación de ferrocarril de  Atocha, la ampliación hacia Puerta de Atocha de 1992 y la nueva terminal de Atocha de 2010; la ampliación del Museo del Prado en 2007…

Proyecto inicial de Rafael Moneo en 1978
para la tercera ampliación del Banco de España. elpais.com
Lo que Moneo proponía para esta última ampliación del Banco de España era una continuación del edificio, para que, a simple vista, el edificio pareciera construido en el mismo momento que el original, y así tener una mayor homogeneidad en su fachada exterior.

Algunos inconvenientes, entre ellos la protección del edificio que había que demoler para la construcción de esta tercera y última ampliación, hicieron que las obras se retrasaran… ¡hasta 2003!

En 2003 comenzaron por fin las obras de esta última fase, las cuales finalizaron en 2006, coincidiendo con el 150 aniversario del Banco de España.

Mascarón neoclásico del
edificio original del
Banco de España. bde.es
Mascarón cubista de la
última ampliación del
Banco de España. bde.es
A pesar de seguir la idea original de Moneo de continuidad de las fachadas del Paseo del Prado y de la calle de Alcalá, el propio arquitecto introdujo algunos cambios, como el de los mascarones neoclásicos de la fachada por otros inspirados en el cubismo, mostrando así que en este siglo y medio, a pesar de respetar las trazas del siglo XIX, la arquitectura ha cambiado y evolucionado.

Hay que añadir que, en la actualidad, es bastante fácil advertir desde el exterior en qué lugar finaliza la segunda ampliación y comienza la tercera, porque el color del granito colocado en esta última etapa es mucho más claro. Esto se debe a que el corte de la piedra es más reciente, pero en unos pocos años no será posible distinguir una ampliación de otra, a no ser por elementos como los mascarones que comentamos.

Ampliación de 2006 del Banco de España. caballerocolon.com
4.736 metros cuadrados de edificio divididos en planta baja, tres sobre rasante y cuatro sótanos, son los que comprenden hoy este histórico Banco de España. Su patio, que hoy es biblioteca, su escalera de mármol de Carrara, su cámara acorazada… son algunos de los elementos más destacados del interior de este gigante, que tiene incluso un helipuerto, pero… ¿crees que se habría acertado más construyendo el proyecto de Corrales y Molezún, marcando así la diferencia con el siglo anterior? ¿O por el contrario, Moneo hizo lo correcto continuando el edificio original?

miércoles, 7 de septiembre de 2016

El Madrid que SÍ fue XIII. Real Pósito de la Villa de Madrid

“El Madrid que no fue” está de vuelta comenzando esta 3ª temporada, a la que venimos con más ganas que nunca de conocer un poco más nuestra ciudad y comunidad.
Por eso, hoy traemos un nuevo artículo especial de “El Madrid que SÍ fue”.

En el post de hoy, recordaremos uno de esos lugares que llegaron a ser emblemáticos de la Villa, y que, sin embargo, hoy están casi olvidados. Hablamos, en este caso, del Real Pósito de la Villa de Madrid.

Nuestra ciudad, al igual que cualquier municipio histórico, ha pasado por muchas diferentes etapas, y, cómo no, por momentos de bonanza económica, y por otros de penuria. Por motivos de escasez, el trigo ha constituido siempre un alimento básico para los madrileños, y ya desde el Fuero de Madrid de 1202, se han ido promulgando leyes con el fin de que no faltara grano en nuestras calles para la alimentación básica.

No obstante, no fue hasta la época de los Reyes Católicos cuando se construyó el primer pósito de Madrid. Este alholí o granero tenía como fin el almacén de grano para períodos de carestía.
Plano de Teixeira, 1656. Se aprecia el edificio del
Peso de la Harina en la Cava Baja de San Francisco.
artedemadrid.wordpress.com
Además, tenía cierta vocación benéfica, ya que proporcionaba pan a los necesitados, y semillas a los labradores para ayudarles con la siembra, con la condición de que devolvieran ese número de semillas tras la cosecha.

El mismo se situó en la Cava Baja de San Francisco, que hoy conocemos simplemente como “Cava Baja”. Parece que este granero público se dividía en varios edificios: la alhóndiga principal se situaría en el actual número 14 de la calle mencionada, donde hoy se ubica la Posada del Dragón. Frente a la misma, se ubicaría el edificio del Peso de la Harina, en el número 27 de la Cava Baja, la actual Posada de la Villa.

Esta creación de finales del siglo XV, dio lugar a otras posteriores, ya durante la regencia del Cardenal Cisneros, en los alrededores de Madrid: en 1512 se establece el pósito de Alcalá de Henares, en 1513 el de Toledo, y en 1514 el de Torrelaguna.

Es posible que la ubicación de aquella alhóndiga junto a la plaza de Puerta Cerrada, en los aledaños de la actual Plaza Mayor, propiciara la creación de un lugar en que, a partir de 1590 se almacenaba trigo y se controlaban los precios: la Casa de la Panadería.

Vista de pájaro desde la Puerta de Alcalá en 1854.
Grabado de Alfred Guesdon
Años más tarde, hacia 1666, reinando el último monarca de la dinastía de los Austrias en España, Carlos II, aquel pósito de la Cava Baja de San Francisco quedó anticuado, y se trasladó a las afueras de Madrid, a un lugar que hoy en día bien céntrico: los alrededores de la Puerta de Alcalá, prácticamente la confluencia entre el Paseo de Recoletos y la calle de Alcalá con Serrano. De hecho, el tramo de la calle de Alcalá situado entre la actual Plaza de la Independencia y la fuente de la Cibeles, se llegó a llamar calle del Pósito.
Se construyeron allí los conocidos como “Hornos de la Villa”, un espacio en que, además del horno y del granero, se edificó un barrio con 42 casas, el Barrio de Villanueva, la capilla de Nuestra Señora del Sagrario, conocida como el Oratorio de los Hornos de Villanueva, e incluso una fuente. La puerta del conjunto se ubicó frente a los jardines del Palacio del Buen Retiro.

Vista del Real Pósito con la Puerta de Alcalá al fondo, en 1855.
historias-matritenses.blogspot.com

En 1743, bajo el reinado del primer monarca Borbón en España, Felipe V, la Junta de Abastos prohibió la entrada a Madrid del pan de pueblos cercanos, cerrando los Hornos de la Villa, para hacerse cargo de la total compra y almacén del trigo en la ciudad. Por ese motivo se construyó, un par de años más tarde y en ese mismo lugar, un gran edificio que se convirtió en uno de los pósitos más relevantes y notables de todo el país: el Real Pósito de la Villa de Madrid.


Vista de la calle de Alcalá a mediados del
siglo XIX. A la izquierda, el Real Pósito.
A la derecha, los Jardines del Buen Retiro,
donde hoy se ubican edificios como el
Palacio de Cibeles.
historias-matritenses.blogspot.com
Su edificio principal, llamado Santísima Trinidad, era de forma elíptica, y constaba de patio central y dos plantas: la inferior, dividida en 22 habitáculos, servía de almacén de grano a todo aquel que lo quisiera utilizar, siempre y cuando se hiciera cargo de los costes del pesaje. Su capacidad para 40.000 fanegas (1.700 toneladas) eran poco en comparación con lo que esperaba en la planta superior: una sola galería que, según escritos de la época era “impresionante”, ya que tenía capacidad para 100.000 fanegas (4.325 toneladas), algo más que sorprendente, teniendo en cuenta que estamos hablando de un silo del siglo XVIII.

Parece que pronto se quedó pequeño, al ser en ese momento el único alholí de Madrid, con lo que Carlos III se vio obligado a ampliar este espacio. Entre el Real Pósito y el lugar en el que tan solo unos pocos años más tarde situaría su Puerta de Alcalá, mandó construir nuevos edificios con cinco tahonas, con lo que el entorno podría acoger, desde ese momento, un total de un millón de fanegas (43.250 toneladas).

La puerta principal a todo este espacio estaba en el lateral correspondiente al Paseo de Recoletos, existiendo otra secundaria hacia la actual calle de Alcalá.

Demolición del Real Pósito en 1869.
memoriademadrid.es
A finales del siglo XVIII, tras algunos años de malas cosechas, el Pósito se quedó sin fondos, y ya nunca recuperó su esplendor. De hecho, en el siglo XIX algunas de las edificaciones del pósito fueron quedando en desuso, y comenzaron a ser utilizadas como depósito de herramientas o almacén del Teatro Príncipe, e incluso como cuartel.

Poco después, hacia 1869, cuando se comenzó a gestar la Plaza de la Independencia alrededor de la Puerta de Alcalá, y se derribó la cerca que delimitaba Madrid por el este, se constató que el Real Pósito de la Villa ya era una construcción inútil. Gran parte de sus instalaciones estaba desocupada: la idea de mantener graneros públicos para tiempos de escasez fue desapareciendo con el tiempo. El viejo pósito no encontró su hueco en el Madrid del siglo XIX.
Placa en memoria al Real Pósito de
Madrid, de 1664 o 1666 hasta 1863,
aunque fue derribado en 1869.
memoriademadrid.es

Tras su demolición, se edificaron modernos edificios de viviendas en ese mismo lugar, desde los que cierran actualmente la Plaza de la Independencia, hasta el mismísimo Palacio de Linares.

El recuerdo del Real Pósito volvió, sin embargo, a la mente de muchos, unos 70 años después de su cierre y demolición. Y es que tras la Guerra Civil (1936-1939), un alimento tan básico para las clases más modestas como el pan, se llegó a convertir en un artículo de lujo, y se comenzó a racionar la comida. Es especialmente para esos momentos para los que se había construido aquel primer pósito en la época de los Reyes Católicos.

En 1991, el Ayuntamiento de Madrid colocó una placa en la Plaza de la Independencia, recordando el lugar exacto en que se había ubicado aquel mítico Real Pósito, que solo nos queda por grabados y pinturas de la época. 

Un almacén público que ya nadie recuerda, pero que, sin duda alguna, pasa a formar parte de las construcciones más curiosas de este “El Madrid que SÍ fue”.

lunes, 2 de mayo de 2016

El Madrid que SÍ fue XII. La Torre de la Parada

Hoy, 2 de mayo, celebramos el Día de la Comunidad de Madrid, la fiesta regional que conmemora el levantamiento del pueblo madrileño contra las tropas francesas en 1808, lo que se considera el comienzo de la Guerra de la Independencia Española.

Por este motivo, en “El Madrid que no fue” hoy publicamos un nuevo artículo de la sección “El Madrid que SÍ fue”.

1. Vista de la Torre de la Parada.
Félix Castelo (h.1640).
Museo de Historia de Madrid
En este caso, traemos la historia de uno de los edificios fundamentales para la corte española del XVII, la Torre de la Parada, palacete de caza del rey Felipe IV que albergaba auténticas joyas para nuestra cultura, como podrás leer a continuación.

Durante el siglo XVI se construyeron en los alrededores de Madrid monumentos soberbios, como el mismísimo Monasterio de El Escorial entre 1563 y 1584, durante el reinado del monarca Felipe II.
Tan solo unos pocos años antes, en la década de los cuarenta, el mismo personaje, que en aquel momento era el príncipe Felipe, era un gran apasionado de la caza, al igual que serían la mayor parte de los Austrias españoles. Por ello, encargó al arquitecto Luis de Vega la construcción de un lugar de reposo para las largas jornadas de caza en el Monte de El Pardo.

El artista, que ya había realizado las primeras trazas del Alcázar de Madrid, y había comenzado en 1547 las obras del Palacio de El Pardo, se encargó de la edificación de esta pequeña fortaleza en plena naturaleza entre 1547 y 1549.

Lo que erigió fue una edificación de ladrillo, de marcada verticalidad y de planta cuadrada culminada en una torre, que no pasaba de ser una construcción secundaria para los monarcas.

2. Situación de la Torre de la Parada en el Monte de El Pardo
La misma se dividía de la siguiente manera: en el piso superior, un mirador hacía las delicias de todo aquel que desde allí contemplaba el monte madrileño. Bajo esta estancia, la tercera planta se dividía en salón y capilla, la segunda en tres salas, la primera en dos alcobas y un salón, y en la planta baja se situaban las caballerizas.

Pocos cambios sufrió este curioso inmueble, a excepción del nuevo recubrimiento de la torre con un chapitel de pizarra, tan representativo de la dinastía de los Austrias, como se puede observar en edificios madrileños como la Casa de la Villa, las Casas de la Panadería y Carnicería de la Plaza Mayor, y cómo no, el majestuoso Monasterio de El Escorial.

Sin embargo, cuando esta torre se hizo realmente célebre fue ya bien entrado el siglo XVII, durante el reinado del nieto de Felipe II, el monarca Felipe IV.

3. Felipe IV, cazador. Velázquez
El conocido como “Rey Planeta”, que había continuado con la tradición cinegética tan ligada a su familia, decidió encargar en 1636 a Juan Gómez de Mora, artista más que representativo del siglo XVII español, la remodelación de esta pequeña fortaleza.
El arquitecto, precisamente conocido por las obras de la Plaza Mayor de Madrid y de la Casa de la Villa, se encargó de este caserón, que llegó a ser muy frecuentado durante el reinado de Felipe IV.
Juan Gómez de Mora conocía muy bien esta zona, ya que tan solo un año antes, en 1635, había finalizado en las proximidades de este espacio el Palacio de la Zarzuela, otro pabellón de caza, pero con aspecto de recinto palaciego.

La Torre de la Parada fue finalizada, como decimos, con el uso principal de almacén de artefactos de caza, y de reposo durante las cacerías, a unos dos kilómetros del Palacio de El Pardo. Sin embargo, y como ya hemos comentado al comienzo del artículo, aquí se guardaban algunas joyas de nuestra cultura… ¿a qué nos referimos?

4. Vulcano forjando los rayos de
Júpiter. Rubens. 1636-1638
Felipe IV tenía muchas pasiones. Si la caza era una de ellas, su admiración por la pintura era, sin duda, una de las más importantes para este personaje. Su estrecha relación con su pintor de cámara, Velázquez, así lo demuestra. No hay más que echar un vistazo al Museo del Prado para comprender el amor del monarca por el arte pictórico.

Por ello decidió que esta torre sería no solo un lugar de reposo, sino un pequeño museo personal en el que pudiera disfrutar de algunas obras de arte lejos de la pompa de la Corte.

Parece ser que en 1636, el propio Felipe IV redactó  una memoria dando instrucciones precisas para la elaboración de un gran número de lienzos.

El rey encargó a Rubens una serie de pinturas mitológicas, la mayor parte de las cuales trataban asuntos procedentes de la Metamorfosis de Ovidio, un total de sesenta y tres lienzos de gran formato. Catorce de los mismos fueron realizados por el propio Rubens (ver imagen 4), mientras que los restantes fueron firmados por diversos artistas de Amberes en base a los bocetos de Rubens.

5. El Buen Retiro en 1637. Jusepe Leonardo.
Del mismo modo, los pintores barrocos españoles Félix Castelo y Jusepe Leonardo recibieron el encargo de crear una serie dedicada a los Reales Sitios (ver imagen 5).

Pero, como no podía ser de otra manera, Felipe IV guardaba aún espacio en esta Torre de la Parada para otras obras que le encargó a su pintor favorito, Velázquez.
Para este recinto, el genial pintor sevillano aportó tres retratos de caza que hoy adornan las paredes del Museo del Prado: los de Felipe IV (ver imagen 3); su hermano, el cardenal-infante Fernando de Austria; y el príncipe heredero Baltasar Carlos.
Otros cuadros de Velázquez, como los de los filósofos Esopo y Menipo, el del dios Marte, y los retratos de algunos bufones, fueron también colgados en este peculiar museo privado.

6. Vista de la Torre de la Parada, finales del siglo XVII.
Anónimo, Madrid, Colección Abelló.
El aspecto original de la Torre de la Parada lo podemos conocer gracias al lienzo de Félix Castello (ver imagen 1), pintado hacia 1640. Sin embargo, un anónimo de finales del siglo XVII perteneciente a la Colección Abelló (ver imagen 6) nos muestra un edificio con algunas modificaciones, con lo que podemos imaginar que había sido remodelado con anterioridad.

En 1700, en un inventario se contaron hasta 176 obras pictóricas dentro de esta construcción, algo sorprendente para una torre de caza.

Precisamente el 1 de noviembre de ese año, Carlos II, el último de los Austrias, murió sin descendencia, lo que dio lugar a la Guerra de Sucesión (1701-1714) que coronó al primer rey Borbón en España, Felipe V.
La muerte de Carlos II marcó el fin de una dinastía y de una época que quedaba atrás, junto con la Torre de la Parada. Y es que durante esa guerra, en 1714, las tropas austriacas provocaron un incendio que acabó con esta singular torre.

7. Restos de la Torre de la Parada en la actualidad
Afortunadamente, las obras pictóricas no perecieron entre las llamas, y la práctica totalidad se conserva aún en el Museo del Prado, aunque muchas de las mismas se encuentren en los depósitos de la institución.

La Torre de la Parada es otra de esas pérdidas de este “Madrid que SÍ fue”, pero por suerte, el edificio no desapareció por completo. Como podrás comprobar en la imagen 7, aún es posible encontrar, entre las sendas naturales del monte de El Pardo, los restos de esta singular edificación, tan representativa del reinado de Felipe IV, y muy próxima también al embalse (ver imagen 2).

¡Si decides hacer una ruta por la zona, no dudes en contarnos tu experiencia!

miércoles, 30 de marzo de 2016

Un Parador de Turismo en la Casa de la Carnicería

La Plaza Mayor es, sin lugar a dudas, uno de los espacios abiertos más visitados de todo el país. En los últimos meses, la misma se está poniendo guapa para acoger los festejos en 2017 por la conmemoración de su IV Centenario. Pero además, si has pasado por allí últimamente, te habrás percatado de las obras que ocupan gran parte del edificio de la Casa de la Carnicería. ¿Sabes a qué se deben?

La Plaza Mayor de Madrid, anteriormente Plaza del Arrabal por situarse fuera del recinto amurallado medieval, fue finalizada entre 1617 y 1619 por el arquitecto Juan Gómez de Mora, bajo mandato del rey Felipe III. Sin embargo, su principal edificio, la Casa de la Panadería, había sido construido ya en 1590 como tahona principal de la Villa de Madrid en el espacio que había ocupado la lonja de la localidad.

Frente a este emblemático monumento se construyó también la Casa de la Carnicería, depósito general de carne que ardió por completo en el primer incendio de la Plaza Mayor, el de 1631. Por ese motivo, tuvo que ser reconstruido, y para ello se tomó como modelo la estructura de la Casa de la Panadería.

Tercer incendio de la Plaza Mayor, en 1790.
La Casa de la Carnicería queda destruida.
memoriademadrid.es
Tras el segundo incendio, el de 1670, Tomás Román reconstruyó la plaza. Pero fue el tercero y último, el de 1790, el que arrasó prácticamente la totalidad de las construcciones existentes. El arquitecto Francesco Sabatini se encargó de las tareas de extinción, y Juan de Villanueva quien reedificó la plaza. Tan solo la Casa de la Panadería se salvó del fuego.
Fue entonces cuando se rebajó la altura de las casas aledañas de cinco a tres plantas, y cuando se cerraron las esquinas con grandes arcadas.

En 1914, el pintor y ceramista Enrique Guijo decoró la fachada de la Casa de la Panadería con pinturas, otorgando así más importancia a este edificio que a la Carnicería, ya que realmente es más antiguo. Pero en 1992, a causa del deterioro de estas pinturas, fue redecorada por el artista Carlos Franco.
Estos frescos son posiblemente la diferencia más visible entre estas dos imponentes construcciones.

A pesar de su importancia, parece que la suerte no ha sido justa con uno de estos dos edificios. Y es que, si la Casa de la Panadería es conocida hoy en día por albergar el Centro de Turismo del Ayuntamiento de Madrid, además de poseer un bello Salón Real donde se ofician actos como bodas cada semana, el edificio de la Carnicería ha estado hasta hace poco prácticamente abandonado.

Casa de la Carnicería en la actualidad
Tras su etapa como depósito de carne, a finales del siglo XIX la Casa de la Carnicería se convirtió en la sede de la Tenencia de Alcaldía y de la casa de socorro del distrito de la Audiencia. Después fue Tercera Casa Consistorial, albergando oficinas del Ayuntamiento desde principios del siglo XX, y desde 1918, la Hemeroteca Municipal.
Tras los duros años de Guerra y Postguerra, la Junta Municipal de Distrito Centro ocupó el inmueble hasta 2008, año en que quedó totalmente en desuso, ya que este organismo se mudó a la vecina calle Mayor.

Parece ser que los planes del consistorio madrileño eran hacer de la Casa de la Carnicería uno de los lugares turísticamente más relevantes de la capital.
En 2007, ya con la información relativa al próximo cambio de sede por la Junta de Distrito, el entonces delegado de Economía del Ayuntamiento de Madrid, Miguel Ángel Villanueva, anunció no solo “la posibilidad de convertir ese inmueble en un espacio de excelencia y calidad que venga a suponer un impulso de revitalización del centro de la ciudad”, sino la proposición de colaboración “leal” con la “empresa de titularidad estatal” Paradores Nacionales.


Logotipo de Paradores de Turismo de España S.A.
La red de Paradores Nacionales consta de un conjunto de hoteles de alta categoría que, distribuidos por toda España, se localizan en edificios emblemáticos y relevantes por su interés artístico, histórico o cultural, y a los que se añade una rica oferta gastronómica que pone en valor la cocina tradicional de la región.

La noticia cayó como una auténtica bomba que fue más que comentada. No en vano, se trataría del primer Parador de Turismo de la ciudad de Madrid, y del tercero de la Comunidad de Madrid, tras el de Chinchón y el de Alcalá de Henares que en ese momento estaba a punto de abrir sus puertas (fue inaugurado en 2008).

Precisamente en la inauguración del Parador de Alcalá de Henares, el alcalde de Madrid Alberto Ruiz-Gallardón destacó ante el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, que sería “especialmente gratificante” contar con un Parador en la Plaza Mayor de la capital.

Se incluían ya en ese momento datos más concretos de este nuevo establecimiento turístico. Ocuparía la totalidad del inmueble, y la fachada del mismo no se modificaría en ningún caso al tratarse de un Bien de Interés Cultural (BIC). También se planteaba la posibilidad de incluir un patio en este proyecto, el situado en la zona posterior de la edificación, que había sido reformado en el siglo XX para convertirse en patio del parque de bomberos de la calle Imperial.

Y es que, en algún momento anterior se había fantaseado con la idea de convertir la Casa de la Panadería en un Parador de Turismo, algo que rechazó Paradores Nacionales por el escaso espacio existente. Sin embargo, la Casa de la Carnicería contaría con más metros cuadrados en cuatro plantas más dos sótanos, además de este patio que se uniría al plan presentado. Un total de 6.686 metros cuadrados en los que se podrían distribuir unas 40 habitaciones de las que disfrutarían los afortunados turistas que se alojaran en este singular edificio.

Logotipo de la candidatura de Madrid
para los JJOO de 2016
Hay que recordar que entre 2008 y 2009, Madrid ofrecía todos los recursos posibles para convertirse en la sede de los Juegos Olímpicos de 2016, decisión que se tomaría en octubre de 2009 en Copenhague, con lo que la inclusión de un parador que aumentara el número de plazas hoteleras de la ciudad sería una baza muy importante para esta candidatura.

Pero en 2010 llegó la resolución de Turismo de España (Turespaña), y la respuesta no era la que el consistorio esperaba. La situación económica no era favorable, con lo que Turespaña decidió rechazar la oferta del Ayuntamiento de Madrid. Además, las 40 habitaciones se les antojaban escasas para la capital, y se justificó la negativa argumentando que la ciudad no necesitaba un Parador para ayudar a desarrollar el sector turístico, puesto que Madrid es una de las ciudades más importantes en materia turística de todo el país.

En ese mismo 2010 se anunciaba la futura convocatoria de un concurso para la conversión de este edificio en un establecimiento hotelero, pero los años pasaron y fue entonces cuando se hizo patente el abandono de la Casa de la Carnicería: el interior estaba literalmente viniéndose abajo por el desuso.
Lamentablemente, no fue hasta 2014 cuando se anunció la futura concesión del inmueble a alguna empresa con el fin de su conversión en hotel 3, 4 o 5 estrellas, nunca albergue o aparta-hotel, para respetar el entorno privilegiado del establecimiento.

En marzo de 2015 se abrió el plazo para la presentación de ofertas, y se resolvió en mayo del mismo año. La polémica estaba servida, puesto que se adjudicó por parte del gobierno municipal, en este caso presidido por Ana Botella, a una compañía que, al parecer, no cumplía con los requisitos del concurso, y además, se resolvió tan solo cinco días antes de las elecciones municipales de una forma un tanto precipitada.

Plaza Mayor de Madrid y Casa de la Carnicería en la actualidad
De una u otra manera, lo cierto es que la empresa ganadora del concurso, Global Mandalay S.L.U., se comprometió a la apertura de un hotel de calidad a cambio de una adjudicación de 40 años prorrogables a 75, y realizando las obras en un total de 18 meses, siempre y cuando el parque de bomberos de la calle Imperial finalmente se trasladara a otro emplazamiento.
El importe que Global Mandalay pagaría al consistorio de la capital es de 420.000 euros como alquiler anual del inmueble.

Y así llegamos a 2016, en que tenemos un cuerpo de bomberos a punto de mudarse a la calle San Bernardo, y a una Casa de la Carnicería en obras, las cuales coinciden en tiempo con la reforma integral de la Plaza Mayor anteriormente mencionada de fachadas, cubiertas y soportales, pavimento, accesos y alumbrado.

El sueño de un Parador en la Plaza Mayor llegó así a su fin, pero, si todo va según lo previsto, en 2017 los madrileños disfrutaremos de un nuevo hotel entre los edificios más representativos de nuestra ciudad.

¿Te hubiera gustado ver la Casa de la Carnicería convertida en un Parador Nacional, o crees que su uso como hotel de calidad será igualmente favorable para Madrid?