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viernes, 15 de mayo de 2015

El Madrid que SÍ fue IV. El Hipódromo de la Castellana

El fútbol es hoy en día el deporte nacional por excelencia. Parece que en ocasiones incluso se olvida que existen muchos más deportes que el balompié, pero esto es algo relativamente reciente. Hace poco hablamos en este blog de la época de máximo auge de la pelota vasca, y hoy le toca el turno a las carreras de caballos.

El Madrid de finales del XIX y principios del XX se daba
cita en el Hipódromo de la Castellana. Al fondo se aprecia
el antiguo Palacio de la Industria y de las Artes,
actual Museo Nacional de Ciencias Naturales
La historia que hoy traemos comienza con una de las bodas reales más populares de España: la acaecida entre Alfonso XII y María de las Mercedes el 31 de enero de 1878.

Tenemos que tratar de evocar un Madrid aristocrático, elegante, que acaba de presenciar la Restauración borbónica en 1874 con la figura de Alfonso XII tras la I República Española.

En ese momento, las carreras de caballos no sólo eran un deporte. Eran un acontecimiento para “ver y ser visto”, es decir, para relacionarse con la sociedad de la época, para lucir las mejores galas, comentar todo lo que ocurría en la metrópoli... en definitiva, el espectáculo de moda.

Es con motivo de los esponsales del monarca que se inaugura el Hipódromo de la Castellana, en los Altos de la Castellana, el mismo lugar que hoy ocupa el edificio de los Nuevos Ministerios, espacio situado a finales del siglo XIX a las afueras de esa gran ciudad que es Madrid.

El ingeniero Francisco Boguerín fue el encargado de llevar a cabo tan ambicioso proyecto, ideado por el ministro de Fomento, el conde de Toreno.

Hipódromo de la Castellana desde el aire
El día de su inauguración, 60.000 personas acudieron a ver las carreras, y ya en previsión del éxito de este nuevo espacio, se había prolongado la línea de tranvía que pasaba por el Paseo de la Castellana, comenzando así en el Parque de la Bombilla y recorriendo medio Madrid para finalizar en el nuevo hipódromo. De hecho, en los días de carreras, se estableció un servicio de tranvías cada 5 minutos.

Las cifras del recinto eran 1.407 metros de recorrido, con dos rectas de 450 metros cada una, que hacían las delicias de aficionados y curiosos.

No fue el primer hipódromo de la capital. Anteriormente habían existido otros varios improvisados, como el del Parador de la Luna o el del Ventorrillo de la Sorda, y otros más estables como el utilizado para uso privado por los reyes en el Parque del Retiro, el de la Casa de Campo, construido en 1842, o el Hipódromo del Paseo del Huevo, junto a la Puerta de Santa Bárbara (actual calle Almagro, junto a Alonso Martínez), en 1846, y que cerró sus puertas en 1848.

Sin embargo, éste de los Altos de la Castellana sí logró asentarse y alcanzar gran fama entre los lugares más frecuentados de la urbe.

Su gran tamaño hacía que se dividiera en partes, e incluso el público en estatus de la sociedad.
Por una parte estaban las tribunas laterales, gradas con cinco filas de asientos y un pasillo en el que había puestos con comida y bebida.

Tribuna central del Hipódromo de la Castellana

Por otra parte, tras esas tribunas, el denominado “tendido de los sastres”, pequeñas gradas situadas en los cerros que rodeaban el hipódromo, que se atestaban de aficionados porque no era necesario pagar por situarse allí.

Y en el lugar más importante y más cercano a las carreras, en un recinto aislado, se situaba la tribuna central, con vestíbulos, comedor y tocador, destinado a la familia real, aristocracia y alta burguesía.



En 1907 se comenzó a celebrar allí el Concurso de Saltos de Obstáculos Internacional de Madrid.

Demostración aérea en 1911 con final trágico
Es tan importante este espacio para comprender la historia de Madrid de finales del XIX y principios del XX, que hay que recordar que en un momento determinado empezó a albergar otros eventos de diversa índole: partidos de polo, una demostración aérea en 1911 (en la que una mujer murió al estrellarse una avioneta contra el gentío), e incluso la primera Copa del Rey de fútbol en 1903, organizada por Carlos Padrós, que un año antes había fundado el Real Madrid Club de Fútbol (hasta las fiestas de San Isidro de 1924 no se inauguró el vecino Estadio de Chamartín, hoy Santiago Bernabéu).

En 1933, Madrid ha crecido vertiginosamente, y el hipódromo ya no se sitúa a las afueras, como en el momento de su construcción. La ciudad sigue creciendo y ya tiene más de 1 millón de habitantes, con lo que se elaboran nuevos planes para la capital.

El ministro de Obras Públicas de la II República, Indalecio Prieto, es quien decide la construcción de un nuevo edificio que agrupará todos los ministerios repartidos por la ciudad: el edificio de los Nuevos Ministerios.

Carrera de caballos en la Castellana, con tribuna central al fondo
Este nuevo icono se situará en el lugar que se encontraba el Hipódromo de la Castellana, con lo que en 1933 se derriba para dar paso a la nueva construcción, proyectada por el arquitecto Secundino Zuazo.

En 1941 se inaugura el nuevo hipódromo de Madrid, el Hipódromo de la Zarzuela, en las inmediaciones de El Pardo, cuyas tribunas están declaradas actualmente Monumento Histórico Artístico, y que a pesar de unos años de cierre, hoy en día continúa ofreciendo carreras de caballos a los aficionados de este deporte.

¿Crees que hubiera sido positivo para Madrid no derribar el antiguo Hipódromo de la Castellana, o sería inviable su existencia en los tiempos que corren?

miércoles, 22 de octubre de 2014

La catedral que no fue

Si uno se para ante la puerta de la catedral de la Almudena durante 15 minutos, es posible que escuche más adjetivos de los que se pueden encontrar en el diccionario de la Real Academia de la Lengua. ¿Amada? ¿Odiada? Hoy vamos a hablar de uno de los monumentos más polémicos y cuestionados de nuestra ciudad, vamos a hablar de la catedral, pero de la catedral que no fue.

Francisco de Cubas, Marqués de Cubas,
artífice del primer proyecto de la catedral
Corría el siglo IX cuando el emir Muhammad I fundaba Mayrit, el embrión del futuro Madrid. Mayrit no era primitivamente una ciudad, sino más bien una ciudadela, un recinto amurallado, o en árabe, una Almudayna”. Su privilegiada situación sobre un barranco de 70 metros con respecto al río Manzanares, la hacía ideal para defender, por parte de los árabes, la “marca media”, ese espacio situado a mitad de la península que separaba a los cristianos de los musulmanes.
Esa “Almudayna”, que como decimos estaba amurallada, ocupaba lo que hoy es el Palacio Real, la Plaza de la Armería y la catedral de la Almudena.

Cuenta la leyenda que el apóstol Santiago, en su camino a Compostela, había pasado por este lugar y dejado la imagen de una virgen. Los cristianos la habrían escondido en la muralla ante la invasión árabe, y tras la Reconquista, en el siglo XI, se hace una procesión. Al pasar por este lugar se desprenden unas piedras y aparece la imagen con un cirio encendido a cada lado. Era el 9 de noviembre de 1085.

La mezquita de la ciudad se convierte en iglesia, la de Santa María, y la estatua encontrada se venera en ese templo (aún quedan restos del edificio en la calle Almudena). El mismo queda bajo la advocación de Santa María de la Almudena, patrona de la ciudad.

Aunque es cierto que las reinas Isabel de Borbón y María Ana de Austria intentaron crear un santuario en el siglo XVII dedicado exclusivamente a esta virgen, no es hasta 1868 cuando, al aprobar el derribo de la iglesia de Santa María, se plantea la urgente necesidad de establecer un templo con este fin en Madrid.

Proyecto de la fachada principal de la
catedral por Francisco de Cubas
Mientras la estatua pasa a venerarse en la vecina iglesia del Sacramento, María de las Mercedes de Orleáns, esposa del rey Alfonso XII, toma el proyecto como algo personal. Sólo vive 5 meses con el monarca puesto que muere a causa del tifus. Sin embargo, apoya a la Congregación de Esclavos de la Virgen de la Almudena en su solicitud al Arzobispo de Toledo para construir otro templo dedicado a la virgen.

Francisco de Cubas recibe la tarea de construir una importante iglesia parroquial. Tendría que ser especial, porque María de las Mercedes, al morir sin descendencia, no podría ser enterrada en el Panteón de El Escorial, con lo cual esta iglesia sería también el panteón de la reina. Alfonso XII coloca por fin la primera piedra el 4 de abril de 1883, pero tan sólo un año más tarde el papa León XIII da independencia a Madrid con respecto a la diócesis de Toledo. Gracias a esto Madrid puede tener catedral, y se le encarga a Francisco de Cubas modificar el proyecto de la parroquia para convertirlo en catedral.

Proyecto del lateral de la catedral
por Francisco de Cubas
Para ello, el arquitecto, que ya en estas fechas tenía el título de Marqués de Cubas, diseñó una catedral de estilo neogótico florido francés de grandes dimensiones. La fachada principal tendría dos pares de torres, siendo más altas y anchas las extremas, flanqueando un gran pórtico de entrada con tres puertas góticas, un piso de ventanas y un enorme rosetón.

Uno de los elementos más curiosos sería la galería de reyes sobre y bajo el rosetón, reafirmando al templo como iglesia relacionada con realeza al estar situada junto al Palacio. Además, la nave central destacaría al llegar a los 32 metros de altura adquiriendo proporciones afrancesadas. Por último, en el Altar Mayor se colocaría la estatua de la Virgen de la Almudena.

La planta sería de cruz latina, el crucero tendría tres naves, la cabecera semicircular con girola y cinco capillas radiales, y las capillas laterales estarían comunicadas.
Maqueta del proyecto de Francisco
de Cubas vista desde la parte trasera

Se tuvo muy en cuenta para la orientación de la catedral que fuera Norte-Sur y no Este-Oeste como es habitual, para poder así respetar la armonía con el Palacio Real. Sin embargo, en estilos desentonaría bastante con el barroco edificio.

El Marqués muere en 1899, y son varios los arquitectos por cuyas manos pasa el proyecto: Miguel Olavaria, Enrique Repullés y Vargas, y Juan Moya.
Lo único que se había conseguido construir tal y como marcaba el proyecto de Francisco de Cubas era la cripta, que se finalizó en 1911 con Enrique Repullés y Vargas. Hasta allí se traslada la primitiva imagen de la Virgen de la Almudena.

Posteriormente las obras se detienen casi por completo, y la Guerra Civil hace que se vea muy difícil la finalización del templo.
A pesar de las dificultades, en 1944 los arquitectos Fernando Chueca Goitia (que también amplió el Museo del Prado) y Carlos Sidro ganan el concurso para la continuación de las obras, con las modificaciones que realizan al proyecto original. Gracias a esa propuesta ganan el Premio Nacional de Arquitectura de 1944.
Maqueta del proyecto de Francisco de Cubas
Fuente: guías-viajar.com

Lo que presentan es un santuario, entre otras características, inferior en altura a la del Marqués de Cubas y construido por granito para dar armonía con el vecino Palacio Real, cuyas obras duran desde el 1950 hasta el 1993, cuando la consagra el papa Juan Pablo II como catedral de Santa María la Real de la Almudena, y por último en el año 2000 se entierra en una capilla funeraria a la reina María de las Mercedes, por haber sido en parte promotora de esta construcción.

El edificio que finalmente se realiza y que tod@s conocemos, para bien o para mal, a nadie deja indiferente, pero... ¿qué hay de la catedral que no fue, la proyectada por Francisco de Cubas? ¿Era más interesante, o era un despropósito al estar construida junto al Palacio Real? ¿Habría desvirtuado así a este edificio al quitarle protagonismo, o habría mejorado el conjunto arquitectónico?