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miércoles, 4 de enero de 2017

El Madrid que SÍ fue XIV. El Palacio de Oñate

Hoy, primer miércoles del año, os queremos felicitar este 2017 a todos los lectores como corresponde, con un nuevo artículo de “El Madrid que SÍ fue”.

En este post hablaremos del Palacio de Oñate, uno de los palacetes del centro de Madrid tristemente desaparecidos, y que sin embargo, ha sido testigo de importantes acontecimientos de la historia de la capital.

1. Plano de Teixeira, 1656. Detalle del Palacio de Oñate
Nos remontamos al siglo XVI. Algunas de las familias nobiliarias más importantes de España llegaron en esas fechas a Madrid para asentarse permanentemente en la urbe, puesto que desde 1561 se había convertido en la capital del país. Por eso, en el centro de la población se podían encontrar algunos de los palacetes más interesantes de la época.

Así, a finales del siglo se construyó el que se conocería como “Palacio de Oñate” en una zona céntrica de la ciudad, lo que hoy sería una parte de la Puerta del Sol, entre las calles Mayor, Arenal y Travesía del Arenal. Sin embargo, en la época, el edificio no se asomaba a la Puerta del Sol porque existía otro inmueble hacia la plaza, la casa del licenciado Melchor Molina, conocida como la Torrecilla de la Puerta del Sol. Un pequeño callejón separaba estos dos edificios, el callejón de la Duda (ver imagen 1).
2. Fachada del Palacio de Oñate

El acceso principal del después conocido como Palacio de Oñate, como no podía ser de otra manera, se situaba en la calle Mayor, y destacaba su austeridad y elegancia, propias de la arquitectura típica de los Austrias. Un palacio, en general, muy acorde con el barrio en que se encontraba (ver imagen 2).

Sin embargo, hasta el siglo XVII, el Palacio era propiedad del condado de Villamediana. Juan de Tassis y Peralta, II Conde de Villamediana (1582-1622), vivió en esta casa hasta el momento de su muerte. Este hombre es hoy bien conocido en las leyendas populares. Y es que sus amoríos eran de lo más comentado de la época. Parece ser que la reina Isabel de Borbón, esposa de Felipe IV, llegó a ser su amante, y son muchas las anécdotas relacionadas con esta historia las que aún se conocen en la ciudad.

Una de ellas cuenta que el conde llegó a provocar un incendio en el coliseo de Aranjuez durante la celebración del aniversario del rey, solo por poder sacar en brazos a la reina de la fiesta. El rey expresó su enfado tras el acontecimiento, ya que parece que el conde tardó más de lo necesario en devolver a la reina sana y salva.

3. "La muerte del conde de Villamediana",
Manuel Castellano
Sea como fuere, lo cierto es que la noche del 21 de agosto de 1622, alrededor de las 9 de la noche, el conde estaba volviendo a su casa de la calle Mayor en un coche con la única compañía de Luis de Haro, hijo del marqués de Carpio. En el momento en que estaba ya llegando a su domicilio, a la altura del callejón de la Duda, un hombre que llevaba la cara tapada disparó con una ballesta al conde y escapó.

Una famosa pintura de Manuel Castellano titulada “La muerte del conde de Villamediana” (ver imagen 3), propiedad del Museo del Prado pero expuesta en el Museo de Historia de Madrid, retrata el momento en que numerosos vecinos contemplan el cuerpo ya sin vida del conde, una vez se había desplazado el mismo al interior del palacio.

Aún alguien recuerda unos versos, atribuidos a Luis de Góngora, que rezan de la siguiente manera: “Mentidero de Madrid / decidnos ¿quién mató al conde? / ni se sabe, ni se esconde / sin discurso, discurrid:  / dicen que le mató el Cid / por ser el conde Lozano / ¡disparate chabacano! / la verdad del caso ha sido / que el matador fue bellido / y el impulsor soberano”.

4. Palacio de Oñate, con la
fachada de Pedro de Ribera
Y es que todos en la ciudad atribuyeron al monarca Felipe IV el encargo de la muerte del conde por esos escándalos con la reina.
Tanto en los versos como en la pintura hay una referencia a uno de los mentideros de Madrid, el de las Gradas de San Felipe, que se situaba precisamente en las escaleras del convento de San Felipe el Real, frente al Palacio del conde de Villamediana.

A la muerte del conde, sus títulos pasaron a su primo Íñigo Vélez de Guevara y Tassis, conde de Oñate. Por ese motivo, a partir de ese momento, la mansión fue denominada Palacio de Oñate.

No obstante, el mismo pronto cambió su fisonomía. Si cuando se construyó compartía manzana con una de las mancebías más populares de la ciudad (uno de los prostíbulos de la época), a principios del siglo XVIII, la zona comenzaba a tener otro aspecto. De hecho, el palacio se embelleció notablemente cuando el arquitecto Pedro de Ribera le incorporó una fachada barroca con dintel y jambas de piedra berroqueña (ver imagen 4). Un balcón asomaba en esa fachada de Ribera, desde el cual se podían presenciar los acontecimientos más importantes de la calle Mayor. El mismo estaba coronado con el escudo heráldico de la familia Oñate.
5. Demolición del Palacio de Oñate

Pero el tiempo pasó, y Madrid sufrió severas transformaciones. Entre 1857 y 1862, la reforma de la Puerta del Sol llevó consigo la demolición de la Casa del licenciado Molina, y por tanto, la desaparición de la calle de la Duda.

El siglo XX comenzó con los cambios más importantes de nuestra ciudad: el proyecto del metro de Madrid (1913-1919), la construcción de la Gran Vía (1910-1929), y así un largo etcétera.
En esta época se derribaron algunos palacetes del centro para hacer paso a nuevos edificios. Entre ellos, se demolió el Palacio de Oñate (ver imagen 5). Sin embargo, parece que el Ayuntamiento de Madrid, consciente de la importancia de la fachada del arquitecto madrileño, decidió salvarla y guardarla en los almacenes municipales.

6. Casa Palazuelo, de Antonio Palacios
En el solar del palacio se construyó la Casa Palazuelo en 1919 (ver imagen 6), un bello inmueble de Antonio Palacios que hoy tiene uso comercial.
El Ayuntamiento, por su parte, no sabía qué hacer con la portada barroca de Pedro de Ribera.

Pasaron los años, y desde 1928, comenzó a construirse en la zona de la Moncloa la Ciudad Universitaria, una de las obras más ambiciosas de nuestra ciudad.
En ese mismo año, 1928, el rey Alfonso XIII inauguró en el mismo entorno la llamada Casa de Velázquez, una institución cultural francesa en el extranjero dedicada al estudio del hispanismo, que forma a artistas, profesores e investigadores con intercambios entre Francia y los países ibéricos.
7. Casa de Velázquez, 1935

Así, durante la II República (1931-1936), el Ayuntamiento de Madrid decidió ofrecer la fachada de Pedro de Ribera a diversas instituciones, y fue la Casa de Velázquez quien decidió aceptar la propuesta de incorporar la fachada histórica del Palacio de Oñate a su sede.

De esta manera, en 1935, la institución cultural francesa añadió esta portada barroca a su nuevo edificio (ver imagen 7), en un entorno estudiantil y universitario, puesto que en ese año las obras de la Ciudad Universitaria estaban ya muy avanzadas.

8. Casa de Velázquez tras la Guerra Civil

Sin embargo, la Guerra Civil (1936-1939) fue especialmente cruenta en esta zona, con lo que la Casa de Velázquez quedó prácticamente destruida (ver imagen 8), y la fachada no pudo ser restaurada tras la contienda, aunque sí lo fue el edificio que hoy seguimos conociendo como Casa de Velázquez.

Una de tantas pérdidas arquitectónicas que trajo consigo la Guerra Civil, pero que hace que la historia del Palacio de Oñate resulte más melancólica en este apartado de “el Madrid que SÍ fue”.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

La Casa de Correos y Telégrafos

Uno de los edificios más imponentes de la capital es, sin duda alguna, el “Palacio de Telecomunicaciones”, desde 2011 denominado “Palacio de Cibeles” por su ubicación frente a la famosa fuente de Ventura Rodríguez. Sin embargo, no fue éste el único proyecto que se barajó para ese emplazamiento.

Plaza de Castelar, hoy plaza de Cibeles, en 1890
pinterest.com
A finales del siglo XIX y principios del siglo XX, la plaza de Cibeles no era muy diferente a como lo conocemos hoy en día. El Palacio de Buenavista, levantado en 1767, el edificio del Banco de España, inaugurado por el niño que llegaría a ser el rey Alfonso XIII y su madre, la reina regente María Cristina en 1891, y el Palacio de Linares, finalizado en 1900, protegían a la diosa Cibeles ya situada en el centro de la plaza, en su ubicación actual (recordemos que desde su instalación en 1782 y hasta 1895 la fuente se encontraba a la entrada del Paseo de Recoletos, mirando hacia la fuente de Neptuno).
Sin embargo, faltaba un edificio en este entorno, el espectacular “Palacio de Cibeles”.

A principios del nuevo siglo, el Estado convocó un concurso abierto para la construcción de una Casa de Correos y Telégrafos en el centro de Madrid, sustituyendo a la antigua Real Casa de Correos de la Puerta del Sol.
Hasta ese momento, en la zona sureste de la Plaza de Cibeles (plaza de Castelar en aquel entonces, plaza de Madrid hasta 1900) se ubicaban los Jardines del Buen Retiro, mucho más grandes que el actual Parque del Buen Retiro, en el antiguo conjunto de recreo anexo al Palacio del Buen Retiro.

Como ya podrás imaginar, esta nueva Casa de Correos y Telégrafos, se ubicaría en un pedazo de estos Jardines, en los colindantes a la plaza de Cibeles.
Las bases eran claras: un gran edificio no superior a cinco pisos que, dando sus fachadas a la calle de Alcalá, Paseo del Prado y plaza de Cibeles, acogiera los servicios de correos, telégrafos y teléfonos.

Fueron tres los proyectos que se presentaron hasta noviembre de 1904, cuando se cerró el concurso, todos ellos de gran calidad e interés.

Proyecto de Joaquín Saldaña y Jesús Carrasco
El primero de ellos, de estilo francés Luis XV, de Joaquín Saldaña y Jesús Carrasco, parecía uno de los favoritos. El motivo es que, según los expertos, tenía las fachadas más estudiadas y mejor diseñadas de los tres proyectos. Esto también tenía una desventaja: su coste de 5.152.477,91 pesetas era el más elevado de los presentados.
La Academia de Bellas Artes de San Fernando consideró erróneo, sin embargo, el planteamiento que los arquitectos habían hecho del edificio. Y es que lo habían configurado para que en un futuro pudiera ser utilizado como Ministerio, algo que no gustó a la Academia.

Proyecto de Luis Montesinos y Felipe Mario López Blanco
El segundo proyecto, de Luis Montesinos y Felipe Mario López Blanco, de concepción anacrónica, fue sin duda el más polémico, como después veremos.
Se trataba de un edificio sobrio que seguiría el sistema americano al no colocar patios en su interior, aunque sí ventiladores y abundante luz eléctrica. Aunque en la actualidad se apuesta por los grandes ventanales para conseguir así luz natural, en la época la moda era construir edificios que gozaran de un buen sistema de alumbrado eléctrico.
Su creación costaría a las arcas públicas un total de 4.736.211 pesetas.

Proyecto de Antonio Palacios y Joaquín Otamendi
El tercer proyecto fue el presentado por Antonio Palacios y Joaquín Otamendi. El hecho de que su presupuesto fuera el más bajo (4.499.906,99 pesetas), no hacía que el edificio fuera menos vistoso. De hecho era, posiblemente, el más monumental de los tres. Todos los servicios públicos se reunirían bajo una rotonda en la planta baja, y se pedía un mínimo de 4 años para ejecutarlo.

Hay que tener en cuenta que en 1904, la figura de Antonio Palacios y Joaquín Otamendi no era tan popular como lo es hoy en día, y se trataba de una pareja de jóvenes e inexpertos arquitectos.

La decisión fue tomada por unanimidad por los miembros de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y como es bien sabido, el proyecto ganador fue el de Palacios y Otamendi.
Maqueta en escayola del proyecto de Palacios y Otamendi.
elpais.com
El segundo resultó el de Carrasco y Saldaña porque, según el fallo, se habían pospuesto los servicios de atención al público, algo vital para el nuevo edificio.  Sin embargo, se alabó el informe de las fachadas.
Por último, en tercer lugar quedó el de López Blanco y Montesinos, al que se criticaba por no adaptarse a los servicios requeridos por el edificio.

El proyecto ganador se había presentado incompleto, con falta de documentación y de detalles, pero según la comisión, se estaba ante “el producto de una creación genial”. Por ello se les otorgó a los autores el plazo de un mes para concretar su atrevida propuesta.

Una vez los miembros del jurado fallaron a favor de Palacios y Otamendi, surgió la polémica, como antes comentábamos.
Construcción de la Casa de Correos y Telégrafos
Montesinos y López Blanco, cuyo proyecto había quedado segundo, parece que no toleraron la decisión de la Academia. Por este motivo elaboraron un folleto de 75 páginas en el que explicaban por qué su propuesta no había sido la ganadora para que “la cuestión fuera conocida por la prensa”.

En este escrito, más que defender su creación, trataban de criticar la de Palacios y Otamendi. Sin nombrar específicamente ese proyecto, comentaban que el presupuesto de otras propuestas era inverosímil, que la suya era más práctica que “algunas”, que en un edificio público no habría que poner decoración propia de un palacio

Palacio de Cibeles en la actualidad
De cualquier manera, el Palacio de Comunicaciones, apodado cariñosamente en la época por los madrileños como “Santa María de las Comunicaciones” por su monumentalidad propia de una catedral, comenzó a construirse en 1907, y se finalizó en 1919, llegando a nuestros días como una de las construcciones de más interés y más impactantes de nuestra ciudad. Según los propios arquitectos, se trataba de construir “un edificio para el público”, algo que lograron con creces, puesto que a día de hoy está abierto a todos los ciudadanos como Centro Cultural CentroCentro, y por supuesto, desde principios del siglo XXI como sede del Ayuntamiento de Madrid.

miércoles, 28 de octubre de 2015

Réplica del Templete de la Red de San Luis

Tal día como ayer, un 27 de octubre pero de 1945, fallecía en nuestra ciudad uno de los arquitectos y urbanistas más importantes para Madrid: Antonio Palacios. Por este motivo hemos decidido hacerle un pequeño homenaje recordando una de sus obras más añoradas de Madrid, que a punto estuvo de ser reconstruida: el Templete de la Red de San Luis.

Palacios, a pesar de ser todo un símbolo en la capital, era madrileño de adopción. Nacía en 1876 en Porriño, Pontevedra, municipio que va a cobrar importancia en este artículo. Sin embargo, se convirtió casi en una imagen del Metro de Madrid a partir de 1917 al ser el encargado de diseñar el interior de las primeras estaciones construidas, así como de organizar accesos, e incluso fue el creador del célebre logotipo de Metro en forma de rombo.
Templete de la Red de San Luis
Aún hoy en día se puede ver algo de este original diseño en estaciones como la de Bilbao, en la parte de la línea 1, o en la clausurada de Chamberí, hoy centro de interpretación del Metro (Andén 0).

En 1919, junto con la inauguración del Metro de Madrid por Alfonso XIII, se abría un templete en la Gran Vía cuya construcción había finalizado un año antes. Se trataba del acceso principal a la estación de metro de  Gran Vía, en la intersección entre la calle de la Montera y la propia Gran Vía, el espacio conocido como Red de San Luis. De hecho, en aquel entonces la estación se llamaba “Red de San Luis”.

El acceso albergaba un ascensor que comenzó a prestar servicio el 18 de noviembre de 1920. Sin embargo, su uso no era gratuito, algo impensable en la actualidad. Al igual que hoy tenemos una amplia variedad de billetes (sencillo, combinado, 10 viajes…), en aquel entonces existía el llamado “billete de ascensor”, que permitía su utilización por un coste adicional de 5 céntimos de peseta.
Posteriormente se añadió otro elevador, y parece el templete llegó a dar servicio a unos 30.000 pasajeros al día.

Templete de la Red de San Luis con la calle de la
Montera al fondo. Años 50 del siglo XX
El mismo, a pesar de estar realizado en granito, material tan visible en las calles de Madrid, tenía una marquesina de cristal y hierro para proteger a los usuarios de Metro de las inclemencias del tiempo mientras esperaban al ascensor. Su planta rectangular y su influencia art decó hicieron que se convirtiera pronto en un símbolo de la plaza y del suburbano.
La entrada se hacía por la zona más cercana a la Gran Vía, mientras que la salida era por un arco de medio punto hacia la calle de la Montera. Por este motivo, la parte del monumento orientada a Montera no estaba cubierta por la marquesina.

Templete de la Puerta del Sol
No se trataba del único templete de la capital. En la vecina Puerta del Sol existía otro que hacía las mismas funciones, e igualmente construido por Antonio Palacios. Su marquesina, en plano horizontal a diferencia de la de la Red de San Luis, que estaba inclinada, era uno de los elementos más reconocibles de la céntrica plaza madrileña.

En 1933, una orden de la Dirección General de Ferrocarriles decretó el desmantelamiento de ambos templetes. Por una parte se desinstaló el de la Puerta del Sol, pero por otra, tras una entrevista entre el Ministro de Fomento y Miguel Otamendi (ingeniero considerado como uno de los impulsores del Metro de Madrid), se decidió mantener el de la Red de San Luis, añadiendo el segundo ascensor antes comentado.

Con motivo de nuevos accesos a la estación de Metro, el 6 de diciembre de 1969, el Templete de Gran Vía dejó de dar servicio, y un año más tarde el alcalde Carlos Arias Navarro ordenó su desmantelamiento, una triste decisión para nuestra ciudad.

Templete de la Red de San Luis en Porriño, Pontevedra.
Fotografía de la Mancomunidade da
Área Intermunicipal de Vigo
Poco después, en 1971, el monumento fue donado a la localidad de Porriño, municipio natal de nuestro célebre arquitecto. A pesar de no conservar todos los elementos (la marquesina desapareció), es aún posible contemplar este importante icono en un parque público del mencionado pueblo pontevedrés.

Pero la historia no acaba aquí. Este artículo es de “El Madrid que no fue”, así que de hecho, la parte que nos interesa es la que comienza ahora.

En ese lugar, entre 1832 y 1868 se había ubicado la Fuente de los Galápagos, inaugurada para conmemorar la jura como princesa de Asturias de la que sería Isabel II, y ubicada hoy en el Parque del Retiro.
A finales de los años 90 del siglo XX, lo que había en la Red de San Luis era una fuente con esculturas de aves que movían sus alas, pero que fue modificada con el paso de los años y los grupos escultóricos se eliminaron, con lo que la fuente carecía de interés.

Fuente de la Red de San Luis, construida en 1972.
En la fotografía, aún se aprecian las esculturas de aves
que después se eliminaron.
Es por ello que se decidió volver a instalar el Templete en el lugar original. El Ayuntamiento de Madrid se puso en contacto con el de Porriño para recuperar la donación… pero el municipio gallego se negó, al haber recibido ese monumento como un regalo. De hecho, ya se había convertido en un elemento importante de la localidad, recordando así a su ilustre vecino.
Las negociaciones no llegaron a buen puerto, y Porriño no permitió la vuelta del Templete a Madrid.

Años más tarde, en septiembre de 2008, el entonces alcalde de la capital, Alberto Ruiz-Gallardón, anunció la remodelación del entorno Montera-Fuencarral. Comenzaba así en 2009 la peatonalización parcial de la calle Fuencarral (desde la calle Hernán Cortés hasta la Gran Vía) y de la Red de San Luis, para dar así continuidad a la zona peatonal de la calle de la Montera. Ambas se unirían por un gran paso de cebra que atravesaría la mencionada Gran Vía.

Sin embargo, de lo que más se habló de esa futura remodelación, fue de un elemento que se prometía volvería a las calles de Madrid: el Templete de Antonio Palacios. Puesto que el original estaba destinado a no abandonar Galicia, Gallardón anunció la reconstrucción de uno que, a imagen del original, se convirtiera en un auténtico símbolo. Una réplica que haría justicia a un lugar que había sido maltratado con el paso del tiempo.

Proyecto del Ayuntamiento de Madrid para la
peatonalización de la Red de San Luis, con la
construcción de la réplica del Templete
La pregunta era obvia: ¿para qué serviría este nuevo monumento? Y es que los accesos a la estación de metro Gran Vía eran ya numerosos, con lo que no era necesario uno más. Se barajaron dos opciones.
Por una parte, este icono se convertiría en Taquilla Último Minuto. Es posible que la existente en ese momento en la vecina plaza del Carmen se hubiera trasladado a este nuevo espacio, para vender entradas de teatro a última hora a un precio inferior al habitual.
Por otra parte, se planteó la utilización de este lugar como nueva Oficina de Turismo del Ayuntamiento de Madrid, añadiéndose a las múltiples ya existentes (Plaza Mayor, Callao, Cibeles, Paseo del Arte…).

Los vecinos, principales afectados por esta reconstrucción, se mostraron mayoritariamente partidarios a esta réplica, que vendría a sustituir esa original que aún muchos recordaban.

Red de San Luis en la actualidad tras la peatonalización
Durante ese mismo 2009 acabaron las obras de peatonalización. Montera y Fuencarral cambiaban su aspecto para hacerlo más amable con el entorno, y se inauguraba por fin la nueva Red de San Luis con un nuevo elemento… un olivo. Increíblemente, el Ayuntamiento de Madrid modificó su idea original de construir una réplica del Templete de Antonio Palacios para plantar un olivo en el lugar en que se había ubicado el original y las fuentes ya mencionadas.

El Consistorio madrileño alegó que la reconstrucción de la réplica del Templete no había sido más que una idea, no una promesa en firme, y que las arcas de la ciudad no pasaban por su mejor momento. Además, la comisión de patrimonio denegó la recreación al no admitir la reproducción de obras antiguas, algo que causó la indignación de más de un madrileño en aquel momento.

Antonio Palacios se quedó, por tanto, sin su pequeño homenaje, y la zona tendrá que esperar para poder ver cumplido su sueño de tener de nuevo aquel símbolo del Metro de Madrid. Otro proyecto fallido en este “Madrid que no fue”.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

La Torre del Espectáculo

“Madrid necesita un mirador”. Bajo este sugestivo lema, el diario “El Alcázar” animaba a estudiantes y arquitectos en 1966 a presentar sus proyectos para la creación de un mirador en la capital, con la esperanza de que el mismo fuera tan llamativo que finalmente se aprobara su construcción.
El diario proponía los pinares de Rodajos, en la Casa de Campo, como el lugar idóneo por sus vistas al perfil de la urbe. 

Se convocaba, textualmente, debido a “la epidemia de torres y miradores en toda Europa”. Sin embargo, precisamente hasta el año siguiente, era un edificio madrileño, la Torre de Madrid, el más alto de toda Europa.

Casto Fernández-Shaw Iturralde
Fueron muchos los proyectos que llegaron a la redacción de “El Alcázar”. Sin embargo uno llamó especialmente la atención desde el principio.

Casto Fernández-Shaw Iturralde (1896-1978) fue un arquitecto  y urbanista madrileño, exponente de la corriente del racionalismo. Trabajó en el estudio de Antonio Palacios (de quien ya hablamos anteriormente en el post de su proyecto de la Puerta del Sol), y coincidió allí con Pedro Muguruza (que se encargó de las obras de la reconstrucción de la Ciudad Universitaria y del Valle de los Caídos).

Fernández-Shaw es ya en 1966 bien conocido en Madrid por haber construido edificios tales como la gasolinera de Petróleos Porto Pi (hoy restaurada pero aún existente en la calle de Alberto Aguilera), el edificio Coliseum de la Gran Vía, o el Mercado de San Fernando de la calle Embajadores.

Por eso es llamativa su participación en esta propuesta de “El Alcázar”, al que envía un insólito proyecto denominado "la Torre del Espectáculo".

Se trataría de una torre de 500 metros que casi cuadriplicaría la altura de la ya mencionada Torre de Madrid. La base tendría 330 metros de diámetro, y en la parte más elevada se hallaría un restaurante y, por supuesto, unas terrazas que harían que el sueño de ese mirador de la Casa de Campo se hiciera realidad.

Proyecto de la Torre del Espectáculo
Hasta un cierto nivel, se podría subir a la torre con el propio automóvil y realizar compras desde él. Pero no fue esto lo que entusiasmó a los técnicos de aquellos años.

Y es que lo sorprendente es que en la planta principal del edificio habría un campo de fútbol reglamentario, y sobre él más salas para otras competiciones deportivas, teniendo este "estadio" una capacidad para 45.000 personas.

Sobre el mismo habría un circo, cuyos espectáculos podrían disfrutar otras 15.000 personas. Además, un cine, una sala de conciertos e incluso una piscina. La capacidad total de la torre, incluyendo el resto de pisos, las terrazas y el restaurante, llegaría a las 100.000 personas.

Una oleada de críticas favorables a la construcción del edificio ocupó páginas y páginas de periódicos.


El ingeniero jefe de los servicios de radiodifusión y televisión del Ministerio de Información y Turismo dijo que la creación de la torre era muy urgente con la esperanza de que sirviera también como torre de comunicaciones, ya que Torrespaña (el Pirulí), no se inauguró hasta 1982.
El Presidente de la Asociación Española de Amigos de los Castillos, a su vez, comentaba que habría que construirla cuanto antes para que el arquitecto no llevara su proyecto a otro lugar.

Proyecto de la Torre del Espectáculo
Fernández-Shaw aspiraba a que su torre se convirtiera en el centro de una exposición mundial de 20 países que en el año 1992 celebrarían el V centenario del descubrimiento de América, la cual finalmente se celebró en Sevilla.

A pesar de todas las opiniones a favor (y alguna en contra, como la del también arquitecto Miguel Fisac), la torre nunca llegó a construirse.

Por cuestiones del azar, es en 1992 cuando Madrid consigue su mirador a la ciudad, y no es por el V centenario del descubrimiento de América, sino porque ese año la Villa y Corte acoge el título de Capital de la Cultura Europea. Como conmemoración se erige la “Torre de Iluminación y Comunicaciones del Ayuntamiento de Madrid”, más conocida como el Faro de Moncloa (110 metros de altura).

Sin embargo, la maldición en cuanto a miradores continúa. Y es que, tras varios problemas y falta de conservación, fue cerrado en 2008 por incumplir la normativa de seguridad, y a noviembre de 2014 y tras una costosa, costosísima reforma, el Faro sigue cerrado a la espera de que alguien se interese en comprarlo para convertirlo en restaurante.

La pregunta es obligada... ¿es necesario un mirador como la Torre del Espectáculo en Madrid, o es más que suficiente con el Faro de Moncloa (una vez reabra sus puertas)?

miércoles, 8 de octubre de 2014

La Puerta del Sol de Antonio Palacios

Antonio Palacios Ramilo (1876 – 1945) es uno de esos arquitectos sin los cuales no podría entenderse el Madrid que conocemos. Buena parte de los edificios más representativos de Madrid son obra suya, desde el Palacio de Comunicaciones (hoy Palacio de Cibeles) hasta el Círculo de Bellas Artes, pasando por otros buenos ejemplos tales como el Hospital de Jornaleros o el edificio de las Cariátides (Instituto Cervantes).

Sin embargo, no todos sus grandes proyectos se pudieron llevar a cabo. Aprovechando que esta semana se celebra en nuestra ciudad la “Semana de la Arquitectura”, hemos querido rescatar el plan que tenía preparado este urbanista gallego para la Puerta del Sol.

En octubre de 1919, el rey Alfonso XIII inaugura en la capital el metro de Madrid, cubriendo en la única línea existente el trayecto entre las estaciones de Cuatro Caminos y Sol. El diseño del suburbano, tanto de las estaciones como de algunos edificios auxiliares, así como de los templetes de Sol y el de la Red de San Luis, son obra de Antonio Palacios, en algunos casos en colaboración con los hermanos Otamendi.

Es en este año cuando el gallego comienza a diseñar su propuesta para la Puerta del Sol. En este proyecto se planeó la demolición de gran parte de los edificios existentes en esta céntrica plaza, incluyendo el edificio de la Real Casa de Correos, actual sede de la Comunidad de Madrid. Habrían sido un total de 161 manzanas expropiadas y demolidas. Y es que en aquellos entonces, este epicentro era tan transitado como lo es hoy en día, con el elemento añadido de la circulación de coches de caballos y tranvías. Por este motivo se cuestionó la idoneidad del tamaño de la existente Puerta del Sol y se planteó ampliarla.

Palacios pretende crear una plaza elíptica mucho más monumental. La misma estaría cerrada por arcos de triunfo en los accesos de las vías, y ornamentada con efigies.
Los arcos estarían dedicados a los monarcas españoles que más se relacionan con el pasado glorioso del Imperio Español: por una parte estaría el de Felipe II con acceso a la calle del Carmen, y enfrente el de sus abuelos, los Reyes Católicos y su padre, Carlos V, que sería en la que desembocaría la calle Carretas. En el centro del lugar se situaría una gran fuente, que simbolizaría todos los ríos y mares que riegan nuestro país.

Sin embargo, lo más sorprendente del proyecto es, posiblemente, la construcción de dos torres de 141 metros cada una, una en la zona del actual Apple Store, y la otra justo enfrente, en el edificio en que hoy se sitúa “La Mallorquina”. 
Las dos torres simbolizarían el “Plus Ultra”. Estas palabras latinas, “Más allá”, fue el lema que adoptó Carlos V en su imperio, y hace referencia al origen mítico de España, en el que Hércules pone dos columnas en el estrecho de Gibraltar para marcar el final del mundo e indicar que no existe tierra más allá, “Non terrae plus ultra”.


Como se puede ver, se trataba de crear una plaza que ensalzara la historia del país: por un lado su origen mítico con las torres – columnas de Hércules, y por otra parte, los años del glorioso Imperio con los arcos triunfales. 

Por si esto fuera poco, se planteaba también que las dos altísimas torres (no hay que olvidar que la madrileña Torre Picasso, de 157 metros de altura, fue hasta 2002 el edificio más alto de España) sirvieran como consulado para las 20 naciones iberoamericanas, representando en ese escenario algo así como un nuevo Imperio en el que las antiguas colonias se juntan con su vetusta metrópoli.

Este diseño lo finalizó Antonio Palacios 20 años después de su comienzo, entre 1938 y 1939, en plena Guerra Civil. La complicada situación que se vivía en ese momento, sumada a la cantidad de 220 millones de pesetas de la época que habría costado de haberse llevado a cabo (unos 1.322.000€ actuales), hicieron imposible la realización de este ambicioso proyecto, que sin duda hubiera transformado por completo el centro de nuestra ciudad.