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miércoles, 7 de septiembre de 2016

El Madrid que SÍ fue XIII. Real Pósito de la Villa de Madrid

“El Madrid que no fue” está de vuelta comenzando esta 3ª temporada, a la que venimos con más ganas que nunca de conocer un poco más nuestra ciudad y comunidad.
Por eso, hoy traemos un nuevo artículo especial de “El Madrid que SÍ fue”.

En el post de hoy, recordaremos uno de esos lugares que llegaron a ser emblemáticos de la Villa, y que, sin embargo, hoy están casi olvidados. Hablamos, en este caso, del Real Pósito de la Villa de Madrid.

Nuestra ciudad, al igual que cualquier municipio histórico, ha pasado por muchas diferentes etapas, y, cómo no, por momentos de bonanza económica, y por otros de penuria. Por motivos de escasez, el trigo ha constituido siempre un alimento básico para los madrileños, y ya desde el Fuero de Madrid de 1202, se han ido promulgando leyes con el fin de que no faltara grano en nuestras calles para la alimentación básica.

No obstante, no fue hasta la época de los Reyes Católicos cuando se construyó el primer pósito de Madrid. Este alholí o granero tenía como fin el almacén de grano para períodos de carestía.
Plano de Teixeira, 1656. Se aprecia el edificio del
Peso de la Harina en la Cava Baja de San Francisco.
artedemadrid.wordpress.com
Además, tenía cierta vocación benéfica, ya que proporcionaba pan a los necesitados, y semillas a los labradores para ayudarles con la siembra, con la condición de que devolvieran ese número de semillas tras la cosecha.

El mismo se situó en la Cava Baja de San Francisco, que hoy conocemos simplemente como “Cava Baja”. Parece que este granero público se dividía en varios edificios: la alhóndiga principal se situaría en el actual número 14 de la calle mencionada, donde hoy se ubica la Posada del Dragón. Frente a la misma, se ubicaría el edificio del Peso de la Harina, en el número 27 de la Cava Baja, la actual Posada de la Villa.

Esta creación de finales del siglo XV, dio lugar a otras posteriores, ya durante la regencia del Cardenal Cisneros, en los alrededores de Madrid: en 1512 se establece el pósito de Alcalá de Henares, en 1513 el de Toledo, y en 1514 el de Torrelaguna.

Es posible que la ubicación de aquella alhóndiga junto a la plaza de Puerta Cerrada, en los aledaños de la actual Plaza Mayor, propiciara la creación de un lugar en que, a partir de 1590 se almacenaba trigo y se controlaban los precios: la Casa de la Panadería.

Vista de pájaro desde la Puerta de Alcalá en 1854.
Grabado de Alfred Guesdon
Años más tarde, hacia 1666, reinando el último monarca de la dinastía de los Austrias en España, Carlos II, aquel pósito de la Cava Baja de San Francisco quedó anticuado, y se trasladó a las afueras de Madrid, a un lugar que hoy en día bien céntrico: los alrededores de la Puerta de Alcalá, prácticamente la confluencia entre el Paseo de Recoletos y la calle de Alcalá con Serrano. De hecho, el tramo de la calle de Alcalá situado entre la actual Plaza de la Independencia y la fuente de la Cibeles, se llegó a llamar calle del Pósito.
Se construyeron allí los conocidos como “Hornos de la Villa”, un espacio en que, además del horno y del granero, se edificó un barrio con 42 casas, el Barrio de Villanueva, la capilla de Nuestra Señora del Sagrario, conocida como el Oratorio de los Hornos de Villanueva, e incluso una fuente. La puerta del conjunto se ubicó frente a los jardines del Palacio del Buen Retiro.

Vista del Real Pósito con la Puerta de Alcalá al fondo, en 1855.
historias-matritenses.blogspot.com

En 1743, bajo el reinado del primer monarca Borbón en España, Felipe V, la Junta de Abastos prohibió la entrada a Madrid del pan de pueblos cercanos, cerrando los Hornos de la Villa, para hacerse cargo de la total compra y almacén del trigo en la ciudad. Por ese motivo se construyó, un par de años más tarde y en ese mismo lugar, un gran edificio que se convirtió en uno de los pósitos más relevantes y notables de todo el país: el Real Pósito de la Villa de Madrid.


Vista de la calle de Alcalá a mediados del
siglo XIX. A la izquierda, el Real Pósito.
A la derecha, los Jardines del Buen Retiro,
donde hoy se ubican edificios como el
Palacio de Cibeles.
historias-matritenses.blogspot.com
Su edificio principal, llamado Santísima Trinidad, era de forma elíptica, y constaba de patio central y dos plantas: la inferior, dividida en 22 habitáculos, servía de almacén de grano a todo aquel que lo quisiera utilizar, siempre y cuando se hiciera cargo de los costes del pesaje. Su capacidad para 40.000 fanegas (1.700 toneladas) eran poco en comparación con lo que esperaba en la planta superior: una sola galería que, según escritos de la época era “impresionante”, ya que tenía capacidad para 100.000 fanegas (4.325 toneladas), algo más que sorprendente, teniendo en cuenta que estamos hablando de un silo del siglo XVIII.

Parece que pronto se quedó pequeño, al ser en ese momento el único alholí de Madrid, con lo que Carlos III se vio obligado a ampliar este espacio. Entre el Real Pósito y el lugar en el que tan solo unos pocos años más tarde situaría su Puerta de Alcalá, mandó construir nuevos edificios con cinco tahonas, con lo que el entorno podría acoger, desde ese momento, un total de un millón de fanegas (43.250 toneladas).

La puerta principal a todo este espacio estaba en el lateral correspondiente al Paseo de Recoletos, existiendo otra secundaria hacia la actual calle de Alcalá.

Demolición del Real Pósito en 1869.
memoriademadrid.es
A finales del siglo XVIII, tras algunos años de malas cosechas, el Pósito se quedó sin fondos, y ya nunca recuperó su esplendor. De hecho, en el siglo XIX algunas de las edificaciones del pósito fueron quedando en desuso, y comenzaron a ser utilizadas como depósito de herramientas o almacén del Teatro Príncipe, e incluso como cuartel.

Poco después, hacia 1869, cuando se comenzó a gestar la Plaza de la Independencia alrededor de la Puerta de Alcalá, y se derribó la cerca que delimitaba Madrid por el este, se constató que el Real Pósito de la Villa ya era una construcción inútil. Gran parte de sus instalaciones estaba desocupada: la idea de mantener graneros públicos para tiempos de escasez fue desapareciendo con el tiempo. El viejo pósito no encontró su hueco en el Madrid del siglo XIX.
Placa en memoria al Real Pósito de
Madrid, de 1664 o 1666 hasta 1863,
aunque fue derribado en 1869.
memoriademadrid.es

Tras su demolición, se edificaron modernos edificios de viviendas en ese mismo lugar, desde los que cierran actualmente la Plaza de la Independencia, hasta el mismísimo Palacio de Linares.

El recuerdo del Real Pósito volvió, sin embargo, a la mente de muchos, unos 70 años después de su cierre y demolición. Y es que tras la Guerra Civil (1936-1939), un alimento tan básico para las clases más modestas como el pan, se llegó a convertir en un artículo de lujo, y se comenzó a racionar la comida. Es especialmente para esos momentos para los que se había construido aquel primer pósito en la época de los Reyes Católicos.

En 1991, el Ayuntamiento de Madrid colocó una placa en la Plaza de la Independencia, recordando el lugar exacto en que se había ubicado aquel mítico Real Pósito, que solo nos queda por grabados y pinturas de la época. 

Un almacén público que ya nadie recuerda, pero que, sin duda alguna, pasa a formar parte de las construcciones más curiosas de este “El Madrid que SÍ fue”.

miércoles, 9 de marzo de 2016

Centro Internacional de las Artes de la Comunidad de Madrid en Nuevo Baztán

Son muchos los museos y centros de arte de prestigio en nuestra Comunidad, pero uno de los que estaban llamados a ser representativos de la región no se pudo llevar a cabo en Nuevo Baztán tal y como estaba previsto. ¿Quieres conocer la historia?

Si hay un lugar realmente secreto en nuestra Comunidad de Madrid, ese es el pueblo de Nuevo Baztán. A tan solo 48 kilómetros al este de la capital, es una de las piezas clave para entender el pensamiento ilustrado en nuestro país.

Juan de Goyeneche (1656-1735)
Tenemos que remontarnos a 1656 para ubicar cronológicamente el nacimiento de Juan de Goyeneche y Gastón, uno de los protagonistas del artículo de hoy. Este importante personaje llegó al mundo en el municipio navarro de Arizcun, en el Valle de Baztán. Aunque pronto se trasladó a Madrid para comenzar sus estudios en el Colegio de la Compañía de Jesús, siempre tuvo añoranza por los valles navarros.

En la capital inició algunas actividades empresariales, y poco a poco llegó a convertirse en uno de los banqueros y financieros más importantes de España.
Fue durante el reinado de Carlos II, el último de los Austrias, rey desde 1665 hasta 1700, cuando dio origen a gran número de sus empresas.

Sin embargo, lo más importante estaba por llegar. Y es que tras la muerte de Carlos II, se produjo la Guerra de Sucesión Española (1701-1713), que tuvo como principal consecuencia la instauración de la Casa de Borbón en el trono de España.
Así, Felipe de Borbón, el duque de Anjou, se convirtió en el primero de los monarcas borbones en nuestro país con el nombre de Felipe V (rey desde 1700 hasta 1746, aunque no de manera continuada).

Felipe V había nacido en Versalles, y trajo a nuestro país una política bastante diferente a la aplicada por los Austrias. Además, el francés fue el primer rey español en desarrollar el pensamiento ilustrado.

Juan de Goyeneche había apoyado durante la Guerra de Sucesión al duque de Anjou incondicionalmente, con lo que se convirtió en su aliado una vez llegó al trono.
En su afán por no dejar a nuestro país atrasado con respecto a otras naciones europeas, Felipe V aplicó las teorías económicas puestas en práctica anteriormente por Jean-Baptiste Colbert en Francia.

Vista de Nuevo Baztán en la Cuenca del río Henares
Fue así como Juan de Goyeneche consiguió el permiso real para la construcción de un pueblo industrial en la Cuenca del Henares, que pudiera servir de modelo para otras villas, y que otorgaran a España una independencia comercial tan necesaria en esos momentos.

El empresario edificó este pueblo de la nada, con un palacio para la familia Goyeneche, una plaza para mercado y fiestas, una iglesia, zonas agrícolas y ganaderas, viviendas… y lo que daba sentido a todo el lugar: las fábricas. Y es que eran el epicentro de la pequeña localidad. De hecho, las viviendas eran para trabajadores y sus familiares, y todo lo construido era para su uso y disfrute. Un auténtico pueblo ilustrado, y uno de los primeros ejemplos de urbanismo racional.

Como no podía ser de otra manera, su promotor decidió denominarlo “Nuevo Baztán”, en homenaje a su tierra natal, y la iglesia la consagró al navarro San Francisco Javier. Incluso se decidió celebrar cada año unas de las fiestas más populares de aquella región en este nuevo lugar: las “Javieradas”.

Vista de la iglesia de San Francisco Javier, junto con el
Palacio de los Goyeneche en Nuevo Baztán
www.ayuntamiento.org
La importancia de todo este conjunto no quedaba ahí. Goyeneche decidió que todos estos edificios dieciochescos fueran diseñados por un arquitecto único: el madrileño José Benito de Churriguera, más que conocido por su particular estilo llamado churrigueresco.

Nuevo Baztán fue totalmente edificado en barroco entre 1709 y 1713. Sin embargo, ya en 1710 abrió la primera de las fábricas mencionadas: la de paños. La misma se situaba cerca del casco urbano de la Villa de Olmeda, hoy Olmeda de las Fuentes, pueblo al que pertenecían en origen los terrenos donde se asentó Nuevo Baztán. De hecho, no fue hasta 1723 que este municipio consiguió la independencia de Olmeda.

Ya en 1715 se pusieron en marcha las fábricas de sombreros, municiones y textiles, esta vez ya dentro del recinto de la nueva población.
En 1716 se inauguró la factoría de aguardientes y aguas, y en 1720 la más importante y por la que el municipio pasó a la historia: la de cristales y finos vidrios.

Nuevo Baztán. Se aprecia el encanto de las calles del XVIII
con las casas para los trabajadores de las fábricas.
lacasaviejadelabuelocasarural.com
Esa fue la fábrica más relevante de todas, ya que su calidad llegó a convertirla en una de las más populares de toda Europa. Fue por ese motivo que en otros países decidieron bajar los precios para hacer frente a la factoría española. Juan de Goyeneche decidió entonces almacenar la producción en espera de tiempos mejores, pero esos tiempos no llegaron, y cuando continuó con esta actividad en 1728, se hizo en otro lugar, Villanueva de Alcorón, Guadalajara, ya que parece ser que no quedaba leña en las cercanías de Nuevo Baztán. No obstante, la calidad no llegó a ser nunca la misma.

En 1735 murió Juan de Goyeneche, y esto supuso el declive de este sueño de la ilustración. En 1748 ya solo quedaban abiertas las factorías de sombreros y paños. El hijo de aquel financiero, Francisco Miguel de Goyeneche, trató de recuperar el esplendor del pueblo: aprovechó la sosa que había sobrado de la fábrica de vidrio, y creó una fábrica de jabón, que prometía un gran éxito, pero que acabó igualmente en fracaso. Las últimas factorías cerraron en 1778, y el pueblo poco a poco fue quedando en el olvido y en el abandono.

Palacio de Goyeneche en la calle de Alcalá, Madrid,
sede de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
El célebre empresario, Juan, fue, no obstante, uno de los madrileños más conocidos de principios del XVIII. Así lo atestigua la que fue su residencia de la capital, el Palacio de Goyeneche, que fue construido en la calle de Alcalá también por Churriguera a partir de 1724. Este representativo edificio es, desde su adquisición por parte de Carlos III en 1773, la sede de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Una bonita e interesante historia del origen de Nuevo Baztán. Pero este blog es “El Madrid que no fue”. Por tanto… ¿cuál fue el proyecto que nunca se llevó a cabo?

Para llegar a ello tenemos que avanzar en el tiempo. Concretamente, hasta 1988, año en que se llega al acuerdo de arrendamiento por parte del Gobierno español de una de las colecciones privadas de arte más importante del mundo: la de la familia Thyssen-Bornemisza.

El barón Hans Heinrich von Thyssen-Bornemisza (1921-2002) es recordado por ser uno de los grandes mecenas del último siglo. Durante siete décadas, el barón, junto con su padre, reunió una colección de pintura antigua, moderna y contemporánea, considerada como la más importante del siglo XX.

Palacio de Villahermosa, Madrid,
sede del Museo Thyssen-Bornemisza
A pesar de haber nacido en La Haya (Países Bajos), decidió establecerse en nuestro país a raíz de su matrimonio con la española Carmen Cervera.
Es, como decimos, en 1988 cuando, a través de un contrato de arrendamiento, se da el primer paso para la apertura en 1992 en el Palacio de Villahermosa de Madrid, del Museo Thyssen-Bornemisza, pinacoteca que forma parte del triángulo del arte junto con el Museo del Prado y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

Más tarde, en 1993, el Gobierno español adquirió el núcleo más valioso de la colección: más de 700 obras que habían sido propiedad del barón Thyssen.

Carmen Cervera, conocida popularmente como “Tita” Cervera, comenzó a su vez otra colección paralela, 240 obras que se pueden contemplar igualmente en el Museo, en un anexo creado en 2004.

A pesar de todo ello, no todos los cuadros de la familia están expuestos en el centro de arte. La colección es más amplia, pero son muchos los cuadros que aún son propiedad de la familia. Muchas de estas obras no han sido nunca expuestas, con lo que el valor de su patrimonio es incalculable.

Vista del conjunto de Nuevo Baztán
Fue en 2007 cuando estas dos historias que hemos narrado se unieron. Y es que, aunque desde el año 2000 el conjunto de Nuevo Baztán sea Bien de Interés Cultural, los vecinos del municipio siempre se han quejado del estado de deterioro de su importante palacio, así como de otros edificios aledaños. Por ello, en mayo de 2007 (año de elecciones municipales), la candidata a la presidencia de la Comunidad de Madrid Esperanza Aguirre, anunció la inminente creación de un Centro Internacional de las Artes de la Comunidad de Madrid (CIAM) en Nuevo Baztán, donde se exhibirían obras nunca antes expuestas de la colección de Carmen Cervera.

Se propuso la inversión de un millón de euros en la rehabilitación del edificio palaciego. En un año se podría abrir este museo, que ya había pasado por proyectos fracasados: en 1998, el Gobierno regional ya planteó su apertura como museo de la Comunidad, en 1999 se trató de crear allí una sede de la Universidad de Alcalá de Henares, y en el año 2000 se iba a convertir en sede del centro regional de etnografía.

Palacio de los Goyeneche en Nuevo Baztán,
que acogería la sede del Centro Internacional de las Artes de
la Comunidad de Madrid.
Todos los proyectos anteriores habían sido presentados con datos relativamente imprecisos, pero este se postuló firme, y prueba de ello son los detalles que se aportaron. El museo se dividiría en tres secciones: en primer lugar, la sala con la colección privada de Carmen Cervera, unas 40 obras que se cederían a la Comunidad de manera gratuita; en segundo lugar, una exposición de arte contemporáneo de la Fundación Thyssen, con unas 50 o 60 obras, donde, además de pintura, habría fotografía, escultura y videoarte; y en último lugar, una sala con cuadros de artistas formados en el centro. Y es que esa era la joya del plan: el CIAM contaría con una residencia y talleres de formación internacional.  Se instruiría así a nuevos artistas que recibirían una beca a cambio de donar una de sus obras a este centro, su academia de pintura.

Lo cierto es que el proyecto era más que sugestivo, y no se reducía a Nuevo Baztán, ya que se anunció la creación de una segunda sede del CIAM en los terrenos ocupados por cuarteles de la Guardia Civil en Alcalá de Henares.

Este plan se condicionaba a la victoria en esas elecciones autonómicas de Esperanza Aguirre (Partido Popular), algo que logró, con lo que los 6.000 vecinos de Nuevo Baztán dieron por hecho que por fin su pueblo recuperaría el esplendor del siglo XVIII.
Nada más lejos de la realidad. Desde ese momento, no se volvió a hablar de dicho proyecto, con lo que cayó en el olvido poco a poco, ahogando así las ansias de la región de ver ampliada su ya soberbia oferta cultural.

Estatua de Juan de Goyeneche en la entrada al
centro de interpretación de Nuevo Baztán.
www.ayuntamiento.org
Actualmente, existe un centro de interpretación de Nuevo Baztán en lo que fue la bodega del complejo industrial y urbano, y se han rehabilitado en el palacio dos salas, el patio y un vestíbulo, que tendrán uso cultural.

Parece que el Centro Internacional de las Artes de la Comunidad de Madrid nunca verá la luz, pero este tema nos ha dado la excusa perfecta para invitarte a descubrir, si es que aún no lo conoces, este interesante rincón de nuestra Comunidad, ya que se trata de uno de los lugares más atractivos y a la vez más secretos de toda la región. ¿Te animas a visitarlo?

jueves, 24 de diciembre de 2015

El Madrid que SÍ fue IX. El Real Alcázar de Madrid

24 de diciembre de 2015. Un día tranquilo, un poco frío, y en las casas ya comienzan los preparativos para la cena de Nochebuena. Una imagen no muy diferente a la que se daba en Madrid en 1734. Los madrileños a estas horas empezaban a celebrar las fiestas con alegría por las calles. Nada podía presagiar la tragedia que estaba a punto de suceder. Pero comencemos por el principio.

Nuestra ciudad tiene su origen en aquella mítica fortaleza árabe del siglo IX que, situada en el solar en el que hoy encontramos el Palacio Real, defendía los territorios musulmanes del sur de la península.

Evolución histórica de la planta del
Real Alcázar de Madrid
Este primitivo recinto amurallado, mandado construir por el emir cordobés Muhamad I (852-886), fue ampliándose poco a poco hasta que, ya en el siglo XV, se convirtió en una de las principales fortalezas de la península por ser residencia temporal de la dinastía de los Trastámara, los reyes de Castilla, los cuales acudían con asiduidad a la población al ser Madrid sede habitual en la convocatoria de Cortes del Reino. Y por ello, historia no le falta a este lugar.

Enrique III de Castilla, “el Doliente” (1379-1406) levantó algunas torres en este castillo musulmán, dando al complejo un aspecto palaciego, mientras que su hijo Juan II (1405-1454) añadió la conocida como “Sala Rica” y construyó la Capilla Real.

Enrique IV (1425-1474) decidió residir en este alcázar durante largas temporadas, motivo por el cual su hija Juana, la conocida como “la Beltraneja”, nació en su interior en 1462.
Tan sólo 14 años más tarde, la ya reina Isabel la Católica (1474-1504) asedió a los seguidores de la Beltraneja en las afueras de este castillo con motivo de las disputas por el trono de Castilla. Es esto lo que provocó que el recinto fuera dañado en su cara externa. Destrozos que se repitieron durante la Guerra de las Comunidades, de 1520 a 1522, ya durante el reinado de Carlos I (1500-1558). Muy poco después de estos daños es cuando llegó preso el rey Francisco I de Francia a esta misma edificación (leer “El Madrid de Francisco I”).

Dibujo de J. Cornelius Vermeyen del viejo alcázar antes de la
ampliación de 1537 de Carlos I (pintado hacia 1534)
A raíz de estos acontecimientos, Carlos I decidió remodelar la fortaleza y convertirla en un palacio renacentista digno de la realeza. A pesar de ello, decidió seguir denominándolo alcázar, como se había hecho hasta el momento.
Las obras comenzaron en 1537, tan solo 3 años después del dibujo realizado por J. Cornelius Vermeyen en el que se puede ver cómo era este espacio con su aspecto aún de castillo musulmán.

Reconstrucción hipotética del Real Alcázar tras las
reformas de Carlos I, hacia 1550
Durante la remodelación se renovaron las dependencias antiguas que rodeaban el Patio del Rey, se construyeron otras nuevas alrededor del Patio de la Reina, y se edificó la Torre del Príncipe hacia el lugar en que hoy se encuentran los Jardines de Sabatini.

Tras el reinado del Emperador, su hijo Felipe II (1527-1598) tomó la trascendental decisión de trasladar la capital de la corte a Madrid en 1561, por lo que la ciudad adquirió la importancia que se puede imaginar al convertirse en la primera capital permanente de la monarquía española. Por este motivo, se adaptó definitivamente el alcázar como residencia palaciega en unas nuevas obras que transcurrieron de 1561 hasta 1598. Se reformó gran parte de las estancias con un proyecto del arquitecto Gaspar de la Vega, y se le encargó a Juan Bautista de Toledo construir la Torre Dorada en un extremo del alcázar, hacia donde hoy se ubica el edificio que acogerá el Museo de Colecciones Reales.

Dibujo de A. Van den Wyngaerde
del Real Alcázar hacia 1567
Este conocido arquitecto también había recibido el encargo de la construcción del Monasterio de El Escorial. Por esa razón, la Torre Dorada estaba rematada por un chapitel de pizarra muy similar a los proyectados para El Escorial.

El extremo norte, hacia los actuales Jardines de Sabatini, se convirtió en un área para el servicio. Por otra parte, la zona más ceremonial se situó al sur, allí donde aún quedaban dos de las torres de la primitiva fortaleza árabe, que también fue remodelada tomando aires de palacio real.
Además, se construyó la Armería Real en el lugar en el que actualmente encontramos la cripta de la catedral de la Almudena.

Dibujo anónimo del Real Alcázar hacia 1596 y 1597 ya
finalizadas las obras encargadas por Felipe II.
En el dibujo se ve un espectáculo de funambulismo
ofrecido por los hermanos Buratines
Felipe III (1578-1621) se encargó de homogeneizar la fachada sur del Alcázar. Para ello, tomó como modelo la recién construida Torre Dorada en este extremo del palacio, y encomendó a Francisco de Mora un nuevo trazado siguiendo el estilo de esta torre. Así se creaba la fachada más interesante de la edificación, la sur, que si estaba rematada en la zona oeste por la mencionada Torre Dorada, finalizaba por la zona este con una nueva Torre, la Torre de la Reina, a imagen de la anterior.
Estas obras duraron de 1610 a 1636, con lo que fue el sobrino del artista, Juan Gómez de Mora, quien finalizó la tarea añadiendo trazas barrocas al proyecto original, además de encargarse de la remodelación de las estancias de la reina.

Maqueta del proyecto de Juan Gómez de Mora para el Real Alcázar
También se remodelaron las tres fachadas restantes dando un aspecto totalmente homogéneo a la estructura, con nuevas columnas y ventanas, y solo respetando la cornisa occidental que da al río Manzanares, manteniendo así las características originales de la fortaleza musulmana por esa parte.

Felipe IV (1605-1665) comenzó las obras del Palacio del Buen Retiro para convertirlo en residencia real, con lo que cesó en la tarea de remodelar el Real Alcázar. Sin embargo, las obras de Juan Gómez de Mora finalizaron en 1636, ya durante el reinado de Felipe IV, con lo que fue durante este período cuando el alcázar alcanzó su máximo esplendor, siendo un auténtico palacio real con un estilo propio.

Pintura del Real Alcázar tras la remodelación de
Juan Gómez de Mora finalizada en 1636
Esta fisionomía se mantuvo durante el reinado de Carlos II (1661-1700), y la Torre de la Reina, hacia el sureste del alcázar, se remató con un chapitel de pizarra, creando así una simetría con la otra torre que se situaba en la fachada sur, la Torre Dorada.

El reinado de los Austrias finalizó con Carlos II, y en 1700 Felipe V (1683-1746), de la dinastía de los Borbones, se convirtió en nuevo rey de España.

A pesar de la majestuosidad que ya inspiraba el Real Alcázar de los Austrias, para el nuevo rey se trataba de una fortaleza austera, bien distinta al entorno palaciego francés de Versalles donde había nacido. Se dice que Felipe V no llegó a apreciar este histórico alcázar, y que sus deseos pasaban por construir un palacio que se convirtiera en nueva residencia real.

Y por fin llegamos a 1734, año con el que comenzábamos el artículo. 24 de diciembre de 1734. La Corte, encabezada por el rey Felipe V, se había desplazado al cercano Palacio de El Pardo para celebrar las fiestas. El Real Alcázar de Madrid, el que era el edificio más importante de la ciudad y quizás del país, guardaba silencio. Sólo el personal del servicio y algún noble se encontraba en su interior preparando la Nochebuena.

Doce de la noche. Se produce el cambio de guardia sin novedad. Nada hace presagiar lo que está a punto de suceder.

Dibujo de Filippo Pallota donde se ve el
Real Alcázar en 1704
Pocos minutos más tarde, a las doce y cuarto, las campanas del Alcázar comienzan a repicar, pero ningún vecino acude al palacio. Seguramente están tocando para llamar a la Misa del Gallo, tradicional de Nochebuena... o al menos eso imaginan los vecinos de Madrid.

Ya de madrugada la noticia corre como la pólvora por las calles de la ciudad: ¡El Real Alcázar se está quemando!

El caos se adueña del lugar. Monjes y centinelas se afanan en despertar a los dormidos y en sacar a las familias y a personas como la marquesa de Fuentehermoso del palacio. La fachada occidental, la que guardaba aún esos rasgos musulmanes, sucumbe en pocas horas. Mientras, otros se afanan en rescatar algunos de los tesoros del palacio. Un cerrajero real corre a la Capilla Real para salvar todo lo que puede de la rica sala. Pero tiene poco tiempo: a las cuatro de la mañana, la citada capilla ya no existe.

Reconstrucción virtual de la fachada oeste que aún
incorporaba elementos de la fortaleza musulmana.
Fue la primera en consumirse por el fuego.
Carmen García Reig. museoimaginado.com
Éste y otros cerrajeros, temerosos de los saqueos, solo abren las puertas a personal del servicio y religiosos, por lo que la operación de rescate de objetos valiosos es bastante lenta.

Una larga noche que parece no tener fin. Y es que el día de Navidad, el 25 de diciembre de 1734, amanece en el Real Alcázar ya con llamas por la práctica totalidad de las estancias. Todos los esfuerzos por apagar el fuego son en balde. Se dice que sobre las cuatro y media de la tarde hay un fuerte viento en la ciudad que aviva más aún las llamas. Mientras tanto y de forma desesperada se trata de salvar todo tipo de alhajas, arcones de plata y madera, cofres con dinero…

El fuego llega al Salón Grande, una de las estancias principales en las que se guarda una infinidad de cuadros, obras de arte que están a punto de desaparecer.
“¡No hay escalera!”, se escucha en el Salón Grande. ¡Algunos de los cuadros están en la parte superior de las paredes, y no hay una escalera para poder bajarlos! Las personas allí presentes sacan los lienzos de la parte baja de la pared de sus marcos y los arrojan por las ventanas. Así se salvan obras de arte, exactamente 1.038, tales como “Carlos V en Mühlberg” de Tiziano, o “Las Meninas” de Velázquez. De hecho, algunos de los cuadros del Museo del Prado aún guardan restos del humo de este incendio.

Boceto de "La expulsión de los Moriscos" de Velázquez
Menos suerte corrieron otros cuadros, al menos 500, entre los que se encontraba la que se consideraba una de las obras de arte más valiosas de Velázquez, “La expulsión de los Moriscos”, o el retrato favorito de Felipe IV que le había pintado Rubens, que desaparecieron en esta quema.
También la práctica totalidad de las obras de las Indias ofrecidas por los conquistadores a los reyes de Castilla desde la época de Colón se perdieron en este incendio catastrófico.

Durante cuatro días se continúa con los trabajos de extinción, que por fin finalizan con un palacio que se ha convertido en pasto de las llamas. Solo quedan en pie un par de fachadas y la Torre del Príncipe.

Cuadros, bulas papales, importantes archivos, derechos reales de las Indias… desaparecen en la fatídica Nochebuena.

Como decimos, una tragedia, una gran pérdida para Madrid y para la historia de España, que no está exenta de polémica.
Y es que, en primer lugar, no era habitual que la familia real no se encontrara en el Real Alcázar. El rey y su familia solían permanecer en el Alcázar en Nochebuena, ya que solían acudir a los maitines de Nochebuena de la Capilla Real.

Más sospechosa es la decisión de Felipe V, tan solo unos pocos días antes del incendio, de trasladar algunas de sus obras de arte favoritas del palacio a otros lugares, razón por la que se pudieron salvar.

El Real Alcázar hacia 1710, pocos años antes de sufrir
el incendio de 1734. Es uno de los últimos dibujos del
palacio. Se trata del diseño que presentaba en el momento
de su desaparición
Y si por esto no fuera poco, la forma en que se extendió el incendio por todo el entorno y, especialmente, la rapidez, no hacen más que aumentar las dudas. A pesar del gran tamaño del recinto, las llamas se expandieron de una manera muy extraña, llegando de una fachada a otra en pocas horas.

En Madrid se comenzó a decir que el rey no había soplado para apagar las llamas, sino para avivarlas.

A los pocos días, Felipe V tomó la decisión de derribar la torre y las dos fachadas que se habían salvado, para poder así construir un palacio real más acorde a sus gustos. Pero esto ya es otra historia diferente, que puedes consultar pinchando aquí: “El Palacio Real de Filippo Juvara”.

Como decimos, una tragedia para Madrid, pero a su vez uno de los episodios más interesantes y con más interrogantes de toda la historia de la ciudad. No obstante, no fue más que uno de los primeros incendios trascendentales de Madrid que han afectado tanto a monumentos de otro tiempo (Plaza Mayor, iglesia de San Ginés en la calle Arenal, convento de San Felipe el Real en la calle Mayor, parroquia de San Luis Obispo en la calle Montera…), como a espacios más modernos (Palacio de Deportes, discoteca Alcalá 20, Torre Windsor…).

Esta noche por primera vez el mensaje de Nochebuena del rey tendrá lugar en el Salón del Trono del Palacio Real. Un lugar histórico, la figura del rey de España… y una noche, la del 24 de diciembre, son los elementos que sin duda a más de uno le traerá a la mente aquel célebre incendio de nuestro querida fortaleza, aquel mítico palacio de los Austrias… el nunca olvidado Real Alcázar de Madrid.