El Museo del Prado es
uno de los iconos de nuestra ciudad, un auténtico referente de la cultura y del
turismo de la capital. Sin embargo, el edificio que alberga esta institución no
fue construido para ser una galería de arte, y tampoco iba a tener el aspecto
que conocemos hoy en día. ¿Te animas a conocer su historia?
"El Paseo del Prado y el Paseo de Recoletos desde la fuente de las Cuatro Estaciones", Antonio González Velázquez, 1790. bne.es |
Carlos III, proclamado monarca en Madrid el 11 de septiembre de 1759, en su afán
por defender el pensamiento ilustrado, decidió construir una ciudad científica en lo que hoy es el
centro de la urbe. El Salón del Prado,
concebido como reforma urbana de Madrid durante el siglo XVIII bajo el mandato
de este rey, pretendía ser uno de los lugares más ligados a la cultura en
Europa. Por ello, en los aledaños del Paseo se ubicó el Real Jardín Botánico, el Real
Observatorio Astronómico en el cerrillo de San Blas, también se finalizó el
Hospital General, donde hoy se halla
el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía… y se proyectó la construcción de
un edificio para albergar el Gabinete de
Ciencias de Historia Natural y la Academia de Ciencias.
Retrato de Juan de Villanueva por Francisco de Goya y Lucientes, 1805 |
Esta ciudad científica se llevó a cabo por diferentes
arquitectos. Uno de ellos, madrileño y nacido en 1739, llegó a ser el máximo
exponente del neoclásico en España
gracias al edificio que estaba a punto de construir. Se trataba de Juan Antonio
de Villanueva y de Montes, más conocido como Juan de Villanueva.
El arquitecto, que llegó a ser “maestro mayor” o “arquitecto
mayor”, construyó edificios como la Casa de Infantes del Real Sitio de
Aranjuez, la Casa del Príncipe del Pardo, Las Casitas de Arriba y de Abajo del
Real Sitio de El Escorial… pero fue en 1785
cuando ideó su gran obra: el Gabinete de
Historia Natural.
Se considera que José Moñino y Redondo, I conde de Floridablanca y Primer secretario de Estado del rey
Carlos III, fue quien pensó en la creación de esta “Colina de las Ciencias”.
No obstante, fue Juan de Villanueva quien quedaría en el recuerdo de todos los
madrileños, gracias a esta obra que estaba a punto de construir.
Villanueva no presentó uno, sino dos proyectos en 1785 para el Gabinete mencionado.
El primer proyecto (imagen
A), reflejaba muy bien las características habituales de los edificios de este
arquitecto, que a pesar de enmarcarse en el estilo neoclásico, solía hacer referencia al estilo herreriano,
puesto que las máximas influencias del artista fueron Juan Bautista de Toledo y
Juan de Herrera.
Imagen A. Primer proyecto de Juan de Villanueva para el Gabinete de Historia Natural. callejeartemadrid.com |
Ese primer proyecto destacaba por dividirse en dos partes
diferenciadas: en primer término, unos pórticos
cubiertos, aunque abiertos al Salón del Prado, darían la bienvenida al
visitante. En la época se decía que el Salón era un lugar al que “ir y ser
visto”, ya que era el lugar habitual de paseo para los madrileños. Por eso, el
Gabinete se abriría a la avenida con este paso porticado en el que se ubicarían
monumentos en cada extremo.
En el centro de este pasillo
de columnas se encontraría un pequeño patio
circular, que serviría de entrada al edificio
principal, la segunda parte del conjunto, la que albergaría las
instituciones científicas mencionadas, y que salvaría el desnivel existente en
la fachada norte con una sencilla rampa para poder colocar allí otra entrada.
Imagen B. Segundo proyecto de Juan de Villanueva para el Gabinete de Historia Natural. museodelprado.es |
El segundo proyecto
(imagen B) volvía a ser un edificio neoclásico,
pero algo más sencillo al eliminar el paseo porticado, e incluir esas columnas directamente en la edificación
principal. De esta forma se eliminaba una de las partes del conjunto, y se
incluían sus características más relevantes en la otra.
De la misma manera, el desnivel se salvaría con una rampa.
Fue el rey quien eligió la segunda opción, y las obras
comenzaron durante ese mismo año, 1785.
Sin embargo, Carlos III murió en 1788 y no pudo ver la obra completada. De
hecho, se conservan algunos planos de la construcción de los años noventa del
siglo XVIII que no pudo llegar a ver Carlos III. Estos planos se diseñaron ya
durante el reinado de Carlos IV, y
en ellos, el arquitecto hizo algún cambio, eliminando el pequeño torreón que
había ideado sobre la fachada principal.
Plantas, alzados y perfil del edificio del Gabinete de Historia Natural, Villanueva. 1796. museodelprado.es |
En principio, el edificio se configuraría de la siguiente
manera: el Real Gabinete de Historia
Natural se situaría en la planta alta, la Academia de Ciencias en la baja, y el salón de juntas en una sala cuadrada que se encontraría en la parte
central.
Cuando ya no quedaba mucho para finalizar la construcción
del Gabinete, se produjo la invasión
napoleónica en España. La Guerra de
la Independencia (1808-1814), no solo paralizó las obras del Gabinete, sino
que destruyó parte del mismo. Y es
que las tropas francesas utilizaron el edificio como cuartel, y fundieron el plomo de cubiertas y canalones para la
fábrica de proyectiles.
Tras la Guerra de la Independencia, Napoleón Bonaparte
reconoció en 1814 a Fernando VII como
rey de España tras el reinado de su
hermano, José Bonaparte, con el nombre de José I.
La restauración
absolutista se produjo con la figura de este rey Borbón, y tras ella, se
continuó la construcción del edificio, pero a cargo de Antonio López Aguado, discípulo de Juan de Villanueva, quien había
muerto en 1811. Sin embargo, se llevaron a cabo cambios con respecto al proyecto original, puesto que el edificio
debería adaptarse a una nueva actividad: galería
de arte.
Se decidió que la obra de Villanueva nunca acogería ese
Gabinete de Historia Natural, se convertiría en una galería que acogería la Colección Real, es decir, las obras de
arte más importantes de nuestro país, que en ese momento se encontraban en
manos de la Familia Real.
Isabel de Braganza, esposa de Fernando VII |
Fernando VII tomó la idea de su padre, Carlos IV, que soñaba con un lugar en el que ubicar estas valiosas
obras de artistas de la talla de Tiziano, Velázquez o Murillo, por nombrar a
alguno de ellos. Fue Fernando VII el monarca que, impulsado por su esposa Isabel de Braganza, decidió llevar a
cabo esa tarea.
El proyecto del edificio que finalizó López Aguado era muy
similar al que había ideado Villanueva, con algún pequeño cambio. Por ejemplo,
el espacio destinado a sala de juntas pasó a ser absidal y no cuadrado, y la
fachada trasera también se vio modificada.
Finalmente, el llamado Museo
Real de Pintura y Escultura fue inaugurado el 19 de noviembre de 1819 como una dependencia de la Corona, y siguió
siendo privado hasta 1868, cuando la
reina Isabel II fue destronada. Lamentablemente, en 1818, la reina Isabel de
Braganza, que había promovido la creación de este museo, falleció, con lo que
no pudo contemplar esta obra, que fue finalizada tan un año después de su
muerte.
Años más tarde, tras la desamortización
de Mendizábal (1836-1837), se decidió crear el Museo de la Trinidad que agrupara las obras de arte expoliadas a
iglesias y monasterios. Este museo se ubicó en el desaparecido convento de la
Trinidad Calzada, en la calle Atocha.
Con lo que, a mediados del siglo XIX, existían en Madrid,
posiblemente los dos museos de arte más importantes de España en el momento: el
Museo Real de Pintura y Escultura, y
el de la Trinidad.
En 1865, el
director del primero de los museos, Federico de Madrazo, cambió el nombre de
esa institución, pasando a denominarse Museo
del Prado, haciendo una clara referencia al Salón del Prado en el que se
ubicaba.
Poco más tarde, en 1872,
Amadeo I anexionó el Museo de la Trinidad al Prado, con lo que esas pinturas y
esculturas del convento de la Trinidad Calzada se trasladaron al Prado, donde
se han conservado hasta el día de hoy, haciendo de este uno de los museos más
importantes del mundo.
Actualmente, reformado y ampliado, el Prado recibe más de dos millones y medio de visitantes al año
(2.696.666 visitantes en 2015), que acuden a contemplar los casi 42.000 metros cuadrados de zona
museística en este lugar. Aunque no todas las obras se pueden contemplar, ya
que gran parte se halla en los depósitos del museo o prestada en exposiciones
temporales, el Prado puede presumir de tener más de 27.000 obras de arte.
Entre todas estas obras, se encuentran las de artistas tan
relevantes como Velázquez, el Greco, Goya, el Bosco, Tiziano, Rubens, Van Dyck,
Murillo, Ribera, Zurbarán, Rafael, Veronese, Tintoretto o Fra Angélico, entre
muchos otros.
El edificio histórico del Prado, el de Villanueva, no es muy diferente del segundo proyecto que ideó el
madrileño. Bien es cierto que el Gabinete
de Historia Natural nunca llegó a ver la luz en ese lugar, y que el primer proyecto
quedó descartado, pero, gracias a Juan de Villanueva, el museo de arte más
importante de nuestro país puede presumir de encontrarse en un edificio neoclásico espectacular, y
frente a una avenida histórica para nuestra ciudad, el Paseo del Prado.
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