24 de diciembre de
2015. Un día tranquilo, un poco frío, y en las casas ya comienzan los preparativos para la
cena de Nochebuena. Una imagen no muy diferente a la que se daba en Madrid en 1734. Los madrileños a estas horas empezaban a celebrar las fiestas
con alegría por las calles. Nada podía presagiar la tragedia que estaba a punto de suceder. Pero comencemos por el
principio.
Nuestra ciudad tiene su
origen en aquella mítica fortaleza
árabe del siglo IX que, situada
en el solar en el que hoy encontramos el Palacio Real, defendía los territorios
musulmanes del sur de la península.
Evolución histórica de la planta del Real Alcázar de Madrid |
Enrique III de
Castilla, “el Doliente” (1379-1406) levantó algunas torres en este castillo musulmán, dando al complejo un aspecto
palaciego, mientras que su hijo Juan II
(1405-1454) añadió la conocida como “Sala
Rica” y construyó la Capilla Real.
Enrique IV
(1425-1474) decidió residir en este alcázar durante largas temporadas, motivo
por el cual su hija Juana, la conocida
como “la Beltraneja”, nació en su
interior en 1462.
Tan sólo 14 años más tarde, la ya reina Isabel la Católica (1474-1504) asedió a los seguidores de la
Beltraneja en las afueras de este castillo con motivo de las disputas por el
trono de Castilla. Es esto lo que provocó que el recinto fuera dañado en su cara externa. Destrozos
que se repitieron durante la Guerra de
las Comunidades, de 1520 a 1522, ya durante el reinado de Carlos I (1500-1558). Muy poco después
de estos daños es cuando llegó preso el rey Francisco I de Francia a esta misma edificación (leer “El Madrid de Francisco I”).
Dibujo de J. Cornelius Vermeyen del viejo alcázar antes de la ampliación de 1537 de Carlos I (pintado hacia 1534) |
Las obras comenzaron en 1537,
tan solo 3 años después del dibujo realizado por J. Cornelius Vermeyen en el que se puede ver cómo era este espacio
con su aspecto aún de castillo musulmán.
Reconstrucción hipotética del Real Alcázar tras las reformas de Carlos I, hacia 1550 |
Tras el reinado del Emperador, su hijo Felipe II (1527-1598) tomó la trascendental decisión de trasladar la capital de la corte a Madrid
en 1561, por lo que la ciudad
adquirió la importancia que se puede imaginar al convertirse en la primera
capital permanente de la monarquía española. Por este motivo, se adaptó
definitivamente el alcázar como residencia
palaciega en unas nuevas obras que transcurrieron de 1561 hasta 1598. Se reformó gran parte de las estancias con un
proyecto del arquitecto Gaspar de la
Vega, y se le encargó a Juan
Bautista de Toledo construir la Torre
Dorada en un extremo del alcázar, hacia donde hoy se ubica el edificio que
acogerá el Museo de Colecciones Reales.
Dibujo de A. Van den Wyngaerde del Real Alcázar hacia 1567 |
El extremo norte, hacia los actuales Jardines de Sabatini,
se convirtió en un área para el servicio. Por otra parte, la zona más ceremonial se
situó al sur, allí donde aún
quedaban dos de las torres de la primitiva fortaleza
árabe, que también fue remodelada tomando aires de palacio real.
Además, se construyó la Armería
Real en el lugar en el que actualmente encontramos la cripta de la catedral
de la Almudena.
Dibujo anónimo del Real Alcázar hacia 1596 y 1597 ya finalizadas las obras encargadas por Felipe II. En el dibujo se ve un espectáculo de funambulismo ofrecido por los hermanos Buratines |
Estas obras duraron de
1610 a 1636, con lo que fue el sobrino del artista, Juan Gómez de Mora, quien finalizó la tarea añadiendo trazas barrocas al proyecto original,
además de encargarse de la remodelación de las estancias de la reina.
Maqueta del proyecto de Juan Gómez de Mora para el Real Alcázar |
Felipe IV
(1605-1665) comenzó las obras del Palacio
del Buen Retiro para convertirlo en residencia real, con lo que cesó en la
tarea de remodelar el Real Alcázar. Sin embargo, las obras de Juan Gómez de
Mora finalizaron en 1636, ya durante el reinado de Felipe IV, con lo que fue
durante este período cuando el alcázar alcanzó su máximo esplendor, siendo un auténtico palacio real con un estilo
propio.
Pintura del Real Alcázar tras la remodelación de Juan Gómez de Mora finalizada en 1636 |
El reinado de los Austrias finalizó con Carlos II, y en 1700
Felipe V (1683-1746), de la dinastía
de los Borbones, se convirtió en nuevo rey de España.
A pesar de la majestuosidad que ya inspiraba el Real Alcázar
de los Austrias, para el nuevo rey se trataba de una fortaleza austera, bien distinta al entorno palaciego francés de Versalles donde había nacido. Se dice
que Felipe V no llegó a apreciar este histórico alcázar, y que sus deseos
pasaban por construir un palacio que se convirtiera en nueva residencia real.
Y por fin llegamos a 1734, año con el que comenzábamos el
artículo. 24 de diciembre de 1734.
La Corte, encabezada por el rey Felipe V,
se había desplazado al cercano Palacio
de El Pardo para celebrar las fiestas. El Real Alcázar de Madrid, el que
era el edificio más importante de la ciudad y quizás del país, guardaba
silencio. Sólo el personal del servicio y algún noble se encontraba en su
interior preparando la Nochebuena.
Doce de la noche. Se produce el cambio de guardia sin
novedad. Nada hace presagiar lo que está a punto de suceder.
Dibujo de Filippo Pallota donde se ve el Real Alcázar en 1704 |
Ya de madrugada la noticia corre como la pólvora por las
calles de la ciudad: ¡El Real Alcázar se
está quemando!
El caos se adueña del lugar. Monjes y centinelas se afanan en
despertar a los dormidos y en sacar
a las familias y a personas como la marquesa de Fuentehermoso del palacio. La
fachada occidental, la que guardaba aún esos rasgos musulmanes, sucumbe en
pocas horas. Mientras, otros se afanan en
rescatar algunos de los tesoros
del palacio. Un cerrajero real corre a la Capilla
Real para salvar todo lo que puede de la rica sala. Pero tiene poco tiempo:
a las cuatro de la mañana, la citada capilla ya no existe.
Reconstrucción virtual de la fachada oeste que aún incorporaba elementos de la fortaleza musulmana. Fue la primera en consumirse por el fuego. Carmen García Reig. museoimaginado.com |
Una larga noche que parece no tener fin. Y es que el día de Navidad, el 25 de diciembre de
1734, amanece en el Real Alcázar ya con llamas por la práctica totalidad de las
estancias. Todos los esfuerzos por apagar el fuego son en balde. Se dice que
sobre las cuatro y media de la tarde hay un fuerte viento en la ciudad que aviva más aún las llamas. Mientras
tanto y de forma desesperada se trata de salvar todo tipo de alhajas, arcones
de plata y madera, cofres con dinero…
El fuego llega al Salón
Grande, una de las estancias principales en las que se guarda una infinidad
de cuadros, obras de arte que están a punto de desaparecer.
“¡No hay escalera!”,
se escucha en el Salón Grande. ¡Algunos de los cuadros están en la parte
superior de las paredes, y no hay una escalera para poder bajarlos! Las
personas allí presentes sacan los lienzos de la parte baja de la pared de sus
marcos y los arrojan por las ventanas. Así se salvan obras de arte, exactamente
1.038, tales como “Carlos
V en Mühlberg” de Tiziano, o “Las Meninas” de Velázquez. De hecho, algunos de los
cuadros del Museo del Prado aún guardan restos del humo de este incendio.
Boceto de "La expulsión de los Moriscos" de Velázquez |
También la práctica totalidad de las obras de las Indias ofrecidas por los conquistadores
a los reyes de Castilla desde la época
de Colón se perdieron en este incendio catastrófico.
Durante cuatro días
se continúa con los trabajos de extinción, que por fin finalizan con un palacio que se ha convertido en pasto de las llamas. Solo quedan en pie
un par de fachadas y la Torre del Príncipe.
Cuadros, bulas papales, importantes archivos, derechos
reales de las Indias… desaparecen en la fatídica Nochebuena.
Como decimos, una tragedia,
una gran pérdida para Madrid y para la historia de España, que no está exenta
de polémica.
Y es que, en primer lugar, no era habitual que la familia
real no se encontrara en el Real Alcázar. El rey y su familia solían permanecer
en el Alcázar en Nochebuena, ya que solían acudir a los maitines de Nochebuena de la Capilla
Real.
Más sospechosa es la decisión de Felipe V, tan solo unos
pocos días antes del incendio, de trasladar
algunas de sus obras de arte
favoritas del palacio a otros lugares, razón por la que se pudieron salvar.
El Real Alcázar hacia 1710, pocos años antes de sufrir el incendio de 1734. Es uno de los últimos dibujos del palacio. Se trata del diseño que presentaba en el momento de su desaparición |
En Madrid se comenzó a decir que el rey no había soplado para apagar las llamas, sino para avivarlas.
A los pocos días, Felipe V tomó la decisión de derribar la torre y las dos fachadas
que se habían salvado, para poder así construir
un palacio real más acorde a sus
gustos. Pero esto ya es otra historia diferente, que puedes consultar pinchando
aquí: “El Palacio Real de Filippo Juvara”.
Como decimos, una tragedia para Madrid, pero a su vez uno de
los episodios más interesantes y con más interrogantes de toda la historia de
la ciudad. No obstante, no fue más que uno de los primeros incendios
trascendentales de Madrid que han afectado tanto a monumentos de otro tiempo (Plaza Mayor, iglesia de San Ginés en la calle Arenal, convento de San Felipe el Real en la calle Mayor, parroquia de San Luis Obispo en la
calle Montera…), como a espacios más modernos (Palacio de Deportes, discoteca Alcalá
20, Torre Windsor…).
Esta noche por primera vez el mensaje de Nochebuena del rey tendrá lugar en el Salón del Trono
del Palacio Real. Un lugar
histórico, la figura del rey de España… y una noche, la del 24 de diciembre, son los elementos que
sin duda a más de uno le traerá a la mente aquel célebre incendio de nuestro
querida fortaleza, aquel mítico palacio de los Austrias… el nunca olvidado Real Alcázar de Madrid.
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