miércoles, 11 de noviembre de 2015

El Madrid que SÍ fue VIII. El Madrid de Francisco I de Francia

Uno de los capítulos más fascinantes de la historia de nuestra ciudad fue la estancia del rey de Francia, Francisco I, como preso de Carlos I, pero… ¿cómo era realmente el Madrid que se encontró el monarca francés a su llegada?

La pesadilla española para Francisco I comenzó el 24 de febrero de 1525. Ese día se libró la célebre batalla de Pavía, contienda en la que las tropas germano-españolas de Carlos I se enfrentaban a las francesas para conseguir el ducado de Milán, más conocido como el Milanesado.

Francisco I de Francia
1 de enero de 1515 - 31 de marzo de 1547
Entre 1521 y 1525, habían tenido lugar diferentes batallas relacionadas con esta disputa. Pero fue el 24 de febrero de 1525 cuando las tropas francesas, que habían infravalorado las enemigas, sucumbieron en Pavía, Italia, y su rey fue apresado y enviado a España.

El soldado Juan de Urbieta, que llegó a poner una daga en el cuello del monarca, pasó a la posteridad por este importante hecho.

Desde ese momento, Francisco I comenzó una larga travesía hasta Madrid. 50 galeras le escoltaron por mar, primero hasta Barcelona, y después hasta Valencia. Pero en ningún momento hasta entonces fue considerado como un preso normal. No en vano, se trataba de uno de los monarcas más importantes de la cristiandad.

Las creencias del siglo XVI distaban mucho de las actuales. Un rey no era sólo eso. Era prácticamente considerado como un representante de Dios en la Tierra. Por ello, se dice que se podían contar por centenares las personas que acudieron a estas dos ciudades a ver de cerca a Francisco I con el fin de sanar de diferentes enfermedades, ya que se pensaba que los poderes de los reyes eran ilimitados.

El camino continuó desde Valencia hasta Guadalajara. El monarca tuvo que abandonar su lujoso camarote del barco por unos carruajes no peor ornamentados. Y lo sorprendente es que, a su llegada a la Alcarria, fue recibido en el Palacio de los Duques del Infantado de Guadalajara con juegos de toros y banquetes, un recibimiento propio de un rey, pero algo extraño si se tiene en cuenta que el mismo llegaba preso a España.

Pasó por Alcalá de Henares y por fin llegó a Madrid el 1 de agosto de 1525. Muchas de las leyendas más importantes de la ciudad tienen lugar durante esta estancia.

La Torre de los Lujanes según un grabado de 1843
La tradición popular sitúa el cautiverio de Francisco I en la Torre de los Lujanes, en la actual Plaza de la Villa. Sin embargo esto no está probado, y se cree que, en cualquier caso, no pasaría más de 48 horas en este singular edificio que, a pesar de ello, es aún reconocido por ser la prisión de este rey. Es allí donde se dice que Carlos I ordenó rebajar el dintel de una puerta con el fin de que Francisco I tuviera que inclinar su cabeza antes de salir ante los nobles de Castilla, que le esperaban en el exterior. Sin embargo, parece que Francisco I, consciente de la artimaña, decidió salir de espaldas para no mostrar sumisión ante el enemigo.

Ésta no es más que una de las muchas leyendas que se cuentan de este período, aunque lo que sí está demostrado es que pasó su cautiverio, o al menos la mayor parte de él, en el Real Alcázar. Por ello se cree que su estancia en la Torre de los Lujanes, en caso de haberse producido, sería temporal mientras sus estancias en el Alcázar eran acondicionadas.

Dibujo de J. Cornelius Vermeyen del viejo Alcázar de Madrid.
La imagen corresponde al año 1534,
antes de la gran ampliación por Carlos I en 1537
Sea como fuere, llegó por fin al Real Alcázar de los Austrias, donde años después se levantaría el Palacio Real. Y Carlos I se encontró con un serio problema. No sabía realmente qué hacer con Francisco I. Un rey preso es una figura muy poco habitual, y no se quería pecar de falta de cortesía o de respeto ante el monarca francés, algo que sería visto desde otros países como una grave ofensa contra un rey cristiano y, por tanto, contra toda la cristiandad.

Se decidió que el rey francés tuviera práctica libertad en su estancia en la Corte española. Aunque escoltado, pudo realizar actividades como la caza o acudir asiduamente a misa a Nuestra Señora de Atocha. Ello no impidió que Francisco cayera en una depresión, tratara de escapar de su cautiverio, y llegara a escribir a su madre en una carta: “todo se ha perdido, menos el honor y la vida”.

El Emperador Carlos V con el bastón, por Rubens.
Copia de un retrato de Tiziano.
Por fin, Carlos I se pudo quitar este problema de encima cuando, el 14 de enero de 1526, mediante el Tratado de Madrid, Francisco I renunció a sus derechos sobre el Milanesado, Borgoña, Nápoles, Génova, Tournai, Artois y Flandes, y se comprometió a casarse con la hermana de Carlos I, Leonor, y a enviar a sus dos hijos a España como garantía de que el Tratado sería cumplido.

Francisco I pudo volver así a Francia, no así su espada, cuya permanencia en Madrid también dio lugar a multitud de leyendas:

El estoque de Francisco I, un espadín sin gran valor material, fue tomado por Juan de Urbieta en Pavía y trasladado a Madrid. Se creía que su valor simbólico, sin embargo, era muy alto, ya que se consideraba el símbolo de la justicia y del orden de Francia.

Sesenta años tras esa batalla, en 1585, Felipe II, hijo de Carlos I, descubrió que ese estoque no tenía el valor que se pensaba, ya que existía una espada de oro y esmalte que había pertenecido a Francisco I que sí era el símbolo de la justicia francesa, y no el otro espadín. Esa espada le había sido confiscada también en Pavía por un coronel, y Felipe II se pudo hacer con ella y enviarla igualmente a Madrid.

La espada fue uno de los objetos más relevantes que poseía Madrid por todas estas circunstancias. Sin embargo, en 1808, antes de producirse por completo la invasión francesa en España, se le comentó a Fernando VII que a Napoleón “le sería muy grato poseer la espada que perteneció a Francisco I”.

Espada de Francisco I en el
Museo de la Armería de París, Francia.
Se puede leer: "Fecit potentiam in brachio suo".
 que vendría a decir: "Hizo proezas con su brazo".
El monarca dijo: “¿Qué importa un pedazo de hierro más o menos? Demos gusto a la familia imperial”. Pero Fernando VII, a pesar de sus coqueteos con los soldados franceses, no estaba dispuesto realmente a deshacerse de la valiosa espada. Por ello, dispuso todo para enviar a Francia  “la espada de Francisco I que desde el año 1525 se hallaba en la Real Armería del Arco de Palacio”, refiriéndose así al estoque de combate y no a la espada que consiguió Felipe II.

Una carroza llevó a las tropas francesas este espadín en una bandeja de plata creada para la ocasión. Una burla en toda regla, ya que se trataba de una pobre daga, que desentonaba con la lujosa carroza que la transportaba… o eso se pretendía. Porque en realidad hubo un error y se devolvió la espada verdadera, con lo que las tropas francesas quedaron muy satisfechas. Tras la Guerra de Independencia, cuando se devolvió todo lo expoliado, no se hizo lo propio con esta espada por haber sido un regalo de Fernando VII. Caro obsequio que, por lo que parece, se puede ver hoy en día en el Museo de la Armería de París, y en cambio, en la Real Armería del Palacio Real de Madrid se puede ver una copia de la misma encargada años más tarde por Isabel II.

Pero volvamos al cautiverio de Francisco I. El monarca francés pudo volver a su país tras haber firmado el Tratado de Madrid, el cual anuló en cuanto cruzó las fronteras alegando haberlo firmado bajo coacción.

Hasta ahora, toda esta historia es relativamente conocida en España. Lo que no es tan conocido es lo que ocurrió después. Y es que Francisco I llegó a Francia en 1526, concretamente a su Palacio del Louvre, el actual Museo del Louvre de París, y parece ser que encontró poco confortables sus estancias. Por ello, tan sólo un año más tarde, en 1527, mandó construir un nuevo palacio.

¿Y por qué contamos la historia de este palacio en “El Madrid que SÍ fue”? Porque este palacio estaba estrechamente ligado a su cautiverio en nuestra ciudad.

El castillo de Madrid. Grabado de Jacques Rigaud
El proyecto de la nueva construcción se inspiró en el Real Alcázar de Madrid. Francisco situó su nueva morada junto a un bosque, el Bosque de Boulogne, al igual que el Alcázar estaba junto a la Casa de Campo. Sin embargo, cambió la ciudad de Madrid por la de París.

Para sorpresa de todos, su nuevo palacio fue llamado “Castillo de Madrid”, algo que da muestras de que su cautiverio no fue tan duro como podría esperarse. ¿Quién si no pone como nombre de su nuevo palacio el de su prisión?

Se dice que quizás la denominación no la eligiera él. Y es que, cuando no se encontraba en el Louvre, los cortesanos preguntaban dónde estaba el rey, y entre bromas decían que estaría en Madrid, refiriéndose a su viejo cautiverio. Puede que de tanto repetir que estaba en Madrid, finalmente la construcción fuera conocida como Castillo de Madrid.

El castillo de Madrid hacia 1720
De una manera u otra, lo cierto es que entre los siglos XVII y XVIII el palacio fue abandonado por los Borbones, y en 1792 demolido, con lo que acabó desapareciendo, siguiendo así los pasos del incendio de nuestro apreciado Alcázar, del que no nos queda nada.

La estancia de Francisco I en Madrid fue, como decíamos, uno de los capítulos más apasionantes de nuestra historia. Curaciones de enfermos, festejos para su recepción, reverencias a nobles que se convierten en faltas de respeto, confusión de espadas, castillos en París… un cautiverio que dio lugar para una gran multitud de anécdotas, y sorprendente si tenemos en cuenta que el tiempo en que transcurrieron todos estos eventos no fue muy prolongado.

¿Crees que habría que haberse actuado con más dureza contra Francisco I, o esto habría hecho que los cortesanos le hicieran más complicado su reinado a Carlos I?

4 comentarios:

  1. Creo que Carlos V se confundió al no ser más contundente. A la postre el emperador quedó como Cagancho en Almagro.
    Rememorando este episodio me acuerdo siempre de los múltiples expolios que los franceses llevaron a cabo en España durante la invasión napoleónica, cuyo objeto único fue tratar de humillar la autoestima de los españoles; ultraje de los restos de los Reyes Católicos, ultraje a los restos de los Reyes de León en San Isidro (León), incendios múltiples, etc.

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  2. Parece bastante razonable concluir que con aquel rey de Francia se actuó equivocadamente, pero no debería ser motivo de sorpresa, si algo tienen en común las diferentes etapas de la historia de España es el mal gobierno.

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